Cinco premios César, la gran triunfadora de la pasada gala de los premios del cine francés, avalan esta producción dirigida, escrita, producida y protagonizada por Guillaume Galliene que recoge sus miedos, traumas y complejos de juventud de una manera incomparable pero, sobre todo, altamente divertida.
Guillaume y los chicos, ¡a la mesa! supone el primer largometraje de Galliene tras su paso por el teatro, de donde procede esta pieza adaptada en formato largo, todo un reto para su autor según ha confesado a todo aquel que le ha entrevistado. La cinta es un homenaje explícito a la figura de su madre, importante pilar en su desarrollo personal desde bien joven y a quien le debe la totalidad de cada línea del guión.
Pese a su carácter lúdico y a la multitud de secuencias cómicas que nutren la trama, es inevitable no caer en la sonrisa fácil cuando aparecen las escenas rodadas en España que sirven para alimentar, una vez más, los tópicos manidos que poseen los foráneos de nuestras costumbres y folclore popular. Y si Paz Padilla se mete de por medio, mal asunto.
Sin embargo, y partiendo de un guión que transita entre la comedia biográfica y el drama de juventud, Guillaume y los chicos es una cinta que bebe del mejor Norman Bates en un desdoble interpretativo sólo a la altura de su protagonista y espíritu de la película. Resulta inevitable no asistir estupefacto a todo lo que de la pantalla emana. Sin embargo, Galliene lo adereza todo con un particular sentido del humor y un loable ejercicio de autoría que le ha colocado como gran triunfador de la cinematografía francesa de este año.
No se puede hablar de Guillaume y los chicos sin caer en la descripción de alguna secuencia de la película como modo ejemplificador. Es por ese motivo que este cronista debería dejar de escribir y dejar que sea el espectador el que reciba una sesión de terapia psicoanalítica sobre la familia y el proceso tan oscuro que supone pasar de una edad a otra queriendo expresar tantísimas cosas a los que nos rodean.
Guillaume y los chicos, ¡a la mesa! supone el primer largometraje de Galliene tras su paso por el teatro, de donde procede esta pieza adaptada en formato largo, todo un reto para su autor según ha confesado a todo aquel que le ha entrevistado. La cinta es un homenaje explícito a la figura de su madre, importante pilar en su desarrollo personal desde bien joven y a quien le debe la totalidad de cada línea del guión.
Pese a su carácter lúdico y a la multitud de secuencias cómicas que nutren la trama, es inevitable no caer en la sonrisa fácil cuando aparecen las escenas rodadas en España que sirven para alimentar, una vez más, los tópicos manidos que poseen los foráneos de nuestras costumbres y folclore popular. Y si Paz Padilla se mete de por medio, mal asunto.
Sin embargo, y partiendo de un guión que transita entre la comedia biográfica y el drama de juventud, Guillaume y los chicos es una cinta que bebe del mejor Norman Bates en un desdoble interpretativo sólo a la altura de su protagonista y espíritu de la película. Resulta inevitable no asistir estupefacto a todo lo que de la pantalla emana. Sin embargo, Galliene lo adereza todo con un particular sentido del humor y un loable ejercicio de autoría que le ha colocado como gran triunfador de la cinematografía francesa de este año.
No se puede hablar de Guillaume y los chicos sin caer en la descripción de alguna secuencia de la película como modo ejemplificador. Es por ese motivo que este cronista debería dejar de escribir y dejar que sea el espectador el que reciba una sesión de terapia psicoanalítica sobre la familia y el proceso tan oscuro que supone pasar de una edad a otra queriendo expresar tantísimas cosas a los que nos rodean.
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