En un legendario microrrelato de la filosofía oriental del siglo IV a.C, Chuang Tzu soñó que era una mariposa, una mariposa revoloteando y aleteando alrededor, feliz consigo mismo y haciendo lo que le placía. Él no sabía que era Chuang Tzu. De repente, se despertó y allí estaba él, sólido e inconfundible Chuang Tzu. Pero no sabía si era Chuang Tzu que soño que era una mariposa o una mariposa que soñaba ser Chuang Tzu. Perdido en la levedad infinita del sueño, Chuang Tzu se había transformado en un ser híbrido y confuso sin referencia alguna de la realidad, navegando en una suerte de limbo inconsciente donde jamás volvería a ser él mismo.
Como heredero milenario de las enseñanzas del filósofo mandarín, Christopher Nolan actualiza el mundo onírico según las claves del cine comercial contemporáneo sin perder las evidentes pretensiones de autoría, exigiendo un mínimo de esfuerzo intelectual a un público masivo de multisalas. El resultado; Origen, una laberíntica fábula surrealista, apabullante visualmente, que nos conduce a los íntimos estados del subconsciente de un anti-héroe lastrado por el peso de los recuerdos y la ambición desmedida que suscitó su desgracia.
Una desgracia reproducida en bucle en los recovecos insólitos de su mente, con las resonancias aun estruendosas del marchar apresurado del tren, conectada con la muerte real de su mujer. Ambos soñaron conscientemente con un mundo forjado a golpe de brote de imaginación, recobrando cada uno de los recuerdos cruciales en el devenir de su vida, envejeciendo juntos tras una romántica promesa de amor eterno. No obstante, el sueño se hacía demasiado real; el deseo de vivir dentro de sus propios subconscientes, en la perfección creada por sus mentes, los apartaba del verdadero mundo en el que mientras dormían. Él necesitaba regresar para sentir el peso de la realidad sobre su cuerpo, para ello sembró la idea de virtualidad, de la falsa percepción de su sueño, en la mente de su amada, la misma idea que, como una bacteria resistente a todo tipo de envites externos, erosionó su mente y la condenó a vivir perpetuamente en un estado de ensoñación alucinógena hasta su presumible final.
Arrepentido, en la búsqueda de una falsa redención, Dom Cobb atesoraba sus recuerdos como la extensión vital de Mal, regresaba a la orilla de su Ítaca particular como un Aquiles condenado a una Odisea infinita. Y su subconsciente profundizaba aún más, perforaba el dolor latente de su corazón, encerraba en el sótano de su propio ser aquellos dolorosos recuerdos que presentaban a su mujer como una peligrosa homicida que busca venganza por lo que ella cree que ha sido la traición de su marido.
Bajo este profundo mundo sentimental subyacente, Cobb decide realizar su último trabajo en la superficialidad del mundo real, acuciado por la necesidad de volver a ver sus hijos a los que no puede accerder porque la justicia lo persigue. Para ello, deberá penetrar en la mente militarizada del heredero de un poderoso imperio industrial e inculcar en ella una idea que le suscite cambiar la estrategia expansiva de la empresa de su recién fallecido padre. Pero no puede hacerlo sólo; un equipo de los mejores arquitectos, programadores, químicos y actores le ayudarán en su compleja misión en la que no sólo deberá enfrentarse a las barreras defensivas del sujeto, sino a su propio subconsciente beligerante.
Christopher Nolan elabora en Origen un laberinto que se empecina en explicar redundantemente para evitar la desorientación del personal, que por otro lado permanece unas dos horas y media en estado de catarsis colectiva, algo realmente difícil en un tiempo de consumo rápido y digestión fílmica facilona. Y es que la película fluye con pasmoso ritmo, nervio, tensión sostenida y un alucinante estilo visual que provoca la sensación de estar presenciando una obra de arte cinematográfica de una originalidad precursora de un nuevo género. Nolan reinventa el thriller, le añade suspense, romance y ciencia ficción, y luego lo agita para conformar un cóctel explosivo de calidad evidente. Se hablan de muchas referencias, desde Buñuel y Resnais hasta Hitchcock, pasando por la espectacularidad futurista de Matrix, sin embargo, parece que Nolan se basta y se sobra para elaborar un discurso cinematográfico más o menos coherente, poderoso y original que se erige como una de las películas más interesantes del año.
Además, cuenta con un protagonista en perpetuo estado de gracia, en el momento álgido de su carrera y con visos de convertirse en uno de los más grandes de la historia; Leonardo DiCaprio. Y no sólo él; Marion Cotillard destruyendo mitos malévolos acerca del Oscar, Joseph Gordon Levitt en un registro antagónico respecto a 500 Días juntos, Ellen Page demostrando que hay vida tras Juno, Ken Watanabe correcto como siempre, y toda una serie de secundarios que ya han trabajado con Nolan (Cillian Murphy, Michael Caine) para conformar un elenco atractivo, de enorme personalidad y nivel artístico.
Cuando las luces se apagan y ese baile giratorio inseguro desaparece como un signo de interrogación, la mente continúa maquinando o quizás soñando con un mundo ficticio. Como Chuang Tzu, perdemos la referencia vital en el maremagnun confuso del sueño compartido al que nos hemos visto abocados; en fin, el cine.
Una desgracia reproducida en bucle en los recovecos insólitos de su mente, con las resonancias aun estruendosas del marchar apresurado del tren, conectada con la muerte real de su mujer. Ambos soñaron conscientemente con un mundo forjado a golpe de brote de imaginación, recobrando cada uno de los recuerdos cruciales en el devenir de su vida, envejeciendo juntos tras una romántica promesa de amor eterno. No obstante, el sueño se hacía demasiado real; el deseo de vivir dentro de sus propios subconscientes, en la perfección creada por sus mentes, los apartaba del verdadero mundo en el que mientras dormían. Él necesitaba regresar para sentir el peso de la realidad sobre su cuerpo, para ello sembró la idea de virtualidad, de la falsa percepción de su sueño, en la mente de su amada, la misma idea que, como una bacteria resistente a todo tipo de envites externos, erosionó su mente y la condenó a vivir perpetuamente en un estado de ensoñación alucinógena hasta su presumible final.
Arrepentido, en la búsqueda de una falsa redención, Dom Cobb atesoraba sus recuerdos como la extensión vital de Mal, regresaba a la orilla de su Ítaca particular como un Aquiles condenado a una Odisea infinita. Y su subconsciente profundizaba aún más, perforaba el dolor latente de su corazón, encerraba en el sótano de su propio ser aquellos dolorosos recuerdos que presentaban a su mujer como una peligrosa homicida que busca venganza por lo que ella cree que ha sido la traición de su marido.
Bajo este profundo mundo sentimental subyacente, Cobb decide realizar su último trabajo en la superficialidad del mundo real, acuciado por la necesidad de volver a ver sus hijos a los que no puede accerder porque la justicia lo persigue. Para ello, deberá penetrar en la mente militarizada del heredero de un poderoso imperio industrial e inculcar en ella una idea que le suscite cambiar la estrategia expansiva de la empresa de su recién fallecido padre. Pero no puede hacerlo sólo; un equipo de los mejores arquitectos, programadores, químicos y actores le ayudarán en su compleja misión en la que no sólo deberá enfrentarse a las barreras defensivas del sujeto, sino a su propio subconsciente beligerante.
Christopher Nolan elabora en Origen un laberinto que se empecina en explicar redundantemente para evitar la desorientación del personal, que por otro lado permanece unas dos horas y media en estado de catarsis colectiva, algo realmente difícil en un tiempo de consumo rápido y digestión fílmica facilona. Y es que la película fluye con pasmoso ritmo, nervio, tensión sostenida y un alucinante estilo visual que provoca la sensación de estar presenciando una obra de arte cinematográfica de una originalidad precursora de un nuevo género. Nolan reinventa el thriller, le añade suspense, romance y ciencia ficción, y luego lo agita para conformar un cóctel explosivo de calidad evidente. Se hablan de muchas referencias, desde Buñuel y Resnais hasta Hitchcock, pasando por la espectacularidad futurista de Matrix, sin embargo, parece que Nolan se basta y se sobra para elaborar un discurso cinematográfico más o menos coherente, poderoso y original que se erige como una de las películas más interesantes del año.
Además, cuenta con un protagonista en perpetuo estado de gracia, en el momento álgido de su carrera y con visos de convertirse en uno de los más grandes de la historia; Leonardo DiCaprio. Y no sólo él; Marion Cotillard destruyendo mitos malévolos acerca del Oscar, Joseph Gordon Levitt en un registro antagónico respecto a 500 Días juntos, Ellen Page demostrando que hay vida tras Juno, Ken Watanabe correcto como siempre, y toda una serie de secundarios que ya han trabajado con Nolan (Cillian Murphy, Michael Caine) para conformar un elenco atractivo, de enorme personalidad y nivel artístico.
Cuando las luces se apagan y ese baile giratorio inseguro desaparece como un signo de interrogación, la mente continúa maquinando o quizás soñando con un mundo ficticio. Como Chuang Tzu, perdemos la referencia vital en el maremagnun confuso del sueño compartido al que nos hemos visto abocados; en fin, el cine.
Se trata sin duda de una de las mejores películas de este 2010.
ResponderEliminarTal y como Jesús comenta, después de concluir los títulos de crédito, la trama tiene la capacidad de penetrar en la mente del espectador y mantener una idea fija en la mente: ¿Cuál quiero que sea el final?
¿Ustedes que opinan? Se admiten apuestas
yo soñe exattamente en la pelicula y acepte lo que hiba a soñar de la pelicula y era real
ResponderEliminarfecha del sueño 2008-asta el 2010
el comentario anomimo es de daniel
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