Crítica Los Hombres Que No Amaban a las Mujeres; Fincher reinventa a Larsson

6,5/10

David Fincher llega de nuevo a las pantallas de nuestro país para devolvernos la ilusión por el buen cine. El problema es que adapta una novela de la que sabemos demasiado y se ha perdido totalmente el factor sorpresa inherente a una película de este género concreto.
He de confesar, antes de iniciar cualquier comentario positivo o negativo de la película, que acabé de leer la primera novela de la trilogía de Stieg Larsson apenas cuatro horas antes de contemplar la novena película del endiosado David Fincher, el último intelectual del cine americano.
Es por eso que conservo frescas las líneas que el periodista sueco redactó a lo largo de las seis centenas de páginas que pueblan la primera novela de la saga Millenium. Tampoco he visto la versión sueca protagonizada por Noomi Rapace con lo cual me mantengo objetivo, dentro de la subjetividad adyacente a la interpretación de una obra cinematográfica, al análisis de Los Hombres Que No Amaban a las Mujeres.
Con un arranque espectacular y unos títulos de crédito realmente sorprendentes basados en el uso de la fuerza visual que recuerda a los mejores trabajos de David Arnold y, vagamente, sugiere una potencia como la que transmitió Álex de la Iglesia el año pasado con su Balada Triste de Trompeta. Salvando las distancias, la obra de Fincher merece una clasificación aparte por sus créditos como ya clasificamos en el reportaje sobre su figura.
La lástima que transmite el visionado de la cinta es la forzosa necesidad de haber leído la novela antes de ver la película puesto que sus molestas elipsis y transiciones privan a la trama de una continuidad definida y diáfana, algo que se hubiera agradecido en este thriller de suspense con una historia prometedora que Fincher podría haber convertido en un ejercicio de estilo salvando las deficiencias narrativas de las que adolecía Stieg Larsson.
El tenebrismo de su director se nota en todos los poros de la película. Las secuencias son oscuras, la luz brilla por su ausencia y el color blanco de la nieve es la única señal que nuestra retina posee para continuar en el espectro visual de la cinta, donde la trabajada fotografía de Jeff Cronenweth sirve al Fincher menos delicado.
El realizador siempre ha sido amigo de mostrar la crueldad humana hasta sus máximas consecuencias y exponentes. Desde Seven hasta El Club de la Lucha, David Fincher se ha recreado en la nulidad de bondad de la especie para traernos interpretaciones psicológicas de la medida de la maldad. Bien es cierto que las secuencias más crudas del libro son disimuladas en la película, recordemos que los americanos son muy puristas todavía en este sentido, y Fincher se salta los convencionalismos y ofrece hasta dos violaciones anales que escandalizarán al más cuadriculado.
Los Hombres Que No Amaban a las Mujeres quizás no destaque por su guión que, al fin y al cabo, no es más que una interpretación de Steven Zaillian de la novela de Larsson. Lo verdaderamente llamativo son los roles de Mikael Blomkvist y Lisbeth Salander, recreados por un gran Daniel Craig y una soberbia Rooney Mara, una actriz muy prometedora a la que seguro veremos en un futuro no muy lejano. Por su parte, fuera del dueto protagonista destaca un amplio reparto de actores secundarios capitaneados por Christopher Plummer y Stellan Skaarsgard que dan la réplica a sus correspondientes personajes literarios.
Quizás no sea la mejor película de David Fincher ni tampoco una cinta en la que haya roto moldes. El patrón de su cine sigue estando claramente definido tanto para amantes como para detractores. Esperamos mucho más de la secuela, si finalmente llega a realizarse y confiamos en el saber hacer de Fincher y su equipo para confeccionar otra película de un nivel superior.
Los Hombres Que No Amaban a las Mujeres tiene una duración de más de dos horas y media que apenas se nota en el cómputo global del tedio pero confiamos en que las secuelas provoquen mayor implicación con el espectador y no infundan el odio ni la segregación entre aquellos que no hayan tenido ni el tiempo ni las ganas para leerse la novela.

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