Critica Una Separación; Religión, Política y Justicia

9/10

La categoría de Mejor Película Extranjera en los Oscars de 2012 tienen un dueño claro, al menos a priori. Si la política y las relaciones diplomáticas entre Irán y Estados Unidos no empañan un triunfo que se huele a kilómetros nadie podrá evitar que Nader y Simin: Una Separación se corone como la mejor cinta de habla no inglesa del año.
Con un ritmo constante y un brillante guión, Una Separación posee las reminiscencias necesarias para ser heredera del cine de Kiarostami e, incluso, de aquel clásico norteamericano llamado Falso Culpable dirigido por Alfred Hitchcock. La diferencia radica en que aquella no pasaba de la simple narración del calvario al que se ve sometido un Henry Fonda angustiado por algo que, presuntamente, no había hecho mientras que Una Separación se mueve entre los terrenos de la realidad social, la religión y las costumbres de un país desconocido para los occidentales. Irán, para los que residimos fuera de sus fronteras, posee la figura presidencial herética que constituye su presidente, un Ahmadineyad al que nunca eschuchamos hablar de nada distinto a la guerra nuclear con Estados Unidos.
Desprestigiar esta obra en los Oscars por otra inferior sería toda una ofensa a los amantes del cine. En Una Separación no se nos muestra el día a día de una familia a la que le cuesta dar de comer a sus hijos. No hay desierto ni planos que conlleven al tópico de lo que siempre observamos en Oriente Medio. Aquí la realidad es totalmente diferente. Una familia bien posicionada socialmente que contrata a una joven para que cuide al padre del marido, enfermo de Alzheimer, y que acaba llevándolos a una situación límite en la que nadie actúa como realmente aparenta.
Una Separación es la historia de un divorcio y de las consecuencias que trae la disolución de la unidad familiar. Lo vemos a través de los ojos de la hija, una joven adolescente que protagoniza una secuencia final digna del mejor cine que nuestros ojos hayan visto, cuando se ve obligada a elegir entre su padre o su madre cuando el divorcio se consume definitivamente. Hasta ese final tenemos una película muy bien dirigida por Asghar Farhadi y con unas líneas de guión que fotografían las costumbres de una religión y una sociedad marcadas por el Corán y sus enseñanzas.
La riqueza de la película está en contemplar cada una de sus escenas en versión original. Cualquier atisbo de doblaje empañará todos los sentimientos que florecen en todos los actores protagonistas, en un reparto exquisito a la altura de las mejores películas de los últimos años. Un palmarés envidiable otorga a la película el status que se merece al no tener una competidora clara y diáfana.
No sobra ni falta ni un solo plano en la película. Todos tienen una significación que servirá para cuestionar las propias convenciones religiosas y políticas de un país que merece mucho más en su cine que el conocimiento del considerado como único cineasta iraní, un Abbas Kiarostami del que Una Separación bebe a la vez que lucha por marcar las distancias.
Una obra maestra de nuestro tiempo que debe ser reivindicada constantemente. Eso es Nader y Simin: Una Separación.

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