[Clásicos de Autor] El séptimo continente (Michael Haneke, 1988)


7,5/10

Michael Haneke y su inconfundible estilo han sacudido Europa durante los últimos 25 años. Con esta primera película de su trilogía de la violencia, el director austriaco pretende retratar el desdén de la clase media y el tedio que provoca una rutina autoimpuesta en una sociedad repetitiva y harto preocupada.
Durante los primeros minutos de la película, vemos como nos hallamos en presencia de una familia bien posicionada a la cual no conseguimos ver sus rostros. En vez de ello, Haneke nos coloca la cámara en un modo voyeur para que observemos los hábitos y las rutinas que envuelven la vida de estos tres seres de los que apenas conocemos nada.
El uso, e incluso en ocasiones el abuso, de los primeros planos y los planos detalle nos provoca una sensación de incomodidad a la hora de introducirnos en una trama que consideramos vacía, fría y lejana a nuestros convencionalismos narrativos. Los saltos entre secuencias (o cambios de capítulos, hablando en modo literario) no se realizan con un cortante fundido a negro sino que ese mismo oscuro permanece ante nosotros un par de segundos, agudizando nuestro malestar ante lo que se nos presenta. 
El séptimo continente es una tragedia de la cotidianeidad, donde los personajes están deshumanizados y son tratados como máquinas, seres autómatas, sin alma y sin personalidad. La robótica mirada al televisor que poseen los dos protagonistas es retratada por Haneke de una forma casi cruel, con un primer plano en el que rozamos el detalle de cada rostro. Hasta un simple gesto típico en numerosas familias, se torna tedioso y aburrido. El rezo de cada noche no se hace con la devoción que se le presupone a las personas religiosas. Se hace de manera automática sin saber exactamente qué se está diciendo y por qué. 
La película es un abrumador retrato del rumbo que estaba tomando en aquel entonces la clase media-alta de la Alemania cómoda, la que no sufría los achaques políticos. La que vivía bien, desahogada. Haneke nos insufla la creencia (y en ocasiones la sensación de realidad) de que la vida se asemeja a la secuencia del salto al potro. Todos pasamos, uno detrás de otro, sorteando obstáculos y sin saber que nos espera al final de ese bache. Presuponemos que es la tranquilidad cotidiana aunque contamos con el indefinido del destino.
Este demoledor retrato de la soledad individual tiene sus mayores muestras de desazón en dos escenas clave de la película. El momento en que dos personajes inician un momento de llanto incontrolado en busca de algo que les aleje de su situación actual, que les reencuentre con el sentido de su condición de humanos, de seres con alma. En ciertos momentos de la película, los personajes reclaman atención de sus congéneres. Están cansados de vivir de manera pausada y rutinaria. Y deciden otorgar a su existencia una nueva dimensión.
Michael Haneke, tras una larga trayectoria en la televisión, inicia su camino por el largometraje con este debut, primera parte de una trilogía que seguirá con 71 fragmentos de una cronología del azar y la impresionante El vídeo de Benny

1 comentario:

  1. Acabo de leer esta crítica que también está interesante. Un saludo!
    http://losextremosnosetocan.tumblr.com/post/63550163371/el-septimo-continente-michael-haneke-1989

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