[Crítica] Stoker

6/10

Park Chan Wook debuta en el cine norteamericano con una sugerente historia acerca de una joven embaucada por la figura de su siniestro tío. Nos encontramos ante Stoker, una película atractiva y adictiva en numerosos aspectos de su desarrollo.
El realizador de la trilogía formada por Oldboy, Sympathy For Mr. Vengeance y Sympathy For Lady Vengeance llega a Estados Unidos con una intrigante narrativa, fruto de su propio cine, en el que los elementos violentos y eróticos se dan la mano para tejer complejas tramas narrativas con una actitud técnica sobresaliente.
El montaje, exquisito y sobresaliente, es la clave de una película que no naufraga en ningún momento pero posee diversos fragmentos en los que el guión parece perderse hacia lugares que no van a ningún sitio. Sin embargo, el uso de una excelente banda sonora permite al espectador volverse a enganchar al argumento en los momentos en los que más perdido se halla. Park Chan Wook conoce demasiado bien los recursos que tiene disponibles y sabe jugar unas cartas que nos remiten a Alfred Hitchcock o a Martin Scorsese. El misterio, encarnado por las figuras de Mia Wasikowska y Matthew Goode, alcanza cotas máximas en una película en la que uno de los más interesantes planteamientos es relacionar su título con la historia de la Literatura universal. 
Stoker tiene parte de originalidad en su planteamiento. No encontramos una manera lineal de narrar una historia, sino que parece que su director pretende que por capítulos nos vayamos sumando a la adicción que provocan las pretensiones de cada uno de los personajes. Stoker es extraña, y he ahí donde radica su encanto. Nos recuerda a esa novela epistolar titulada Drácula, en la que la sangre era la gran protagonista. Remite al angustioso universo de los asesinos en serie, los psicópatas sedientos de tan preciado líquido rojo.
Cada película rodada por Park Chan Wook es un ejercicio de estilo que refina en cada una de sus secuencias una cuidada puesta en escena, movimientos de cámara delicados, seguros, delicados, que se introducen dentro de la mirada de los personajes y que crean una sensación de desazón en el espectador al que hipnotiza durante toda la película. Stoker tiene trampas, muchas. Hay un gran número de cabos sueltos y un personaje algo desaprovechado como es el de Dermot Mulroney. Sin embargo, y pese al esfuerzo de su director en crear algo totalmente novedoso, nos encontramos ante una película que navega por un mundo de oscurantismo, vampirismo, crimen y sexo. Una mezcla demasiado común en nuestros días.

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