Películas para Dos Vidas; Un Tranvía Llamado Deseo

Hace ya muchos años que compré, motivado por la enorme pasión que siento por aquel ídolo de masas y pandas de motoristas llamado Marlon Brando, una película sobre el machismo, el maltrato, la locura y las camisetas de manga corta de color blanco.
Aquella cinta llevaba por título Un Tranvía Llamado Deseo y mostraba la crudeza de un país, Estados Unidos, tras el regreso de aquellos que fueron a luchar por los designios de Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Algunos de ellos emigraron a América en busca de una vida mejor, de ahí que el protagonista de la película, aunque americano de tomo y lomo, tenga en su apellido reminiscencias polacas en forma de Stanley Kowalski.
Si analizamos la película fríamente, obtenemos una de las mejores adaptaciones al cine que se han hecho nunca, especialmente a tener en cuenta siendo de dificil transfiguración reescribir un libreto para el celuloide de una obra de teatro del inmortal Tennessee Williams, autor de legendarias páginas como La Gata Sobre el Tejado de Zinc, Piel de Serpiente o Dulce Pájaro de Juventud, todas ellas adaptadas con más o menos suerte.
En esta ocasión, el encargado de poner en escena Un Tranvía Llamado Deseo fue Elia Kazan, responsable confeso de diversos chivatazos durante la fatídica Caza de Brujas, orquestada por el senador Joseph McCarthy. Odiado durante toda su carrera, Kazan ha sido una de las referencias para la nueva generación de realizadores que surgieron durante los últimos años del cine clásico, allá por los 70 u 80. Precisamente, Brando, Kazan, Kim Hunter y Karl Malden participaron en la adaptación que, en 1947 y durante dos años, se representó de la obra de Williams en Broadway.
Un Tranvía Llamado Deseo representa todo lo peor de una sociedad asqueada consigo misma. En un núcleo familiar donde el hombre lleva todos los avances o retrocesos del hogar, una mujer queda totalmente anulada ante los designios, casi siempre impuestos, de un macho retrógrado y anacrónico. Una época en la que las féminas consiguieron hitos tan importantes como el derecho al voto y que veían que, de puertas para adentro, su vida seguía anclada en la más absoluta Edad Media. El matrimonio al que nos referimos, formado por un fabuloso Brando en su segunda película en Hollywood tras Hombres y Kim Hunter (ganadora del Oscar por su recreación de Stella Kowalski), forman una pareja brillante interpretativamente y simbólicamente hablando.
Sin embargo, y aunque con esta película naciese el mito Brando, sin duda el peso del metraje recae sobre la actriz Vivien Leigh, la cual con graves desórdenes psíquicos que desembocaron en una bipolaridad, su participación en esta cinta no hizo más que agravar su enfermedad y ocasionar tanto el ocaso de su carrera (que vivió su gloria con Lo Que El Viento Se Llevó) como el divorcio con su marido, el magnífico Laurence Olivier. Una actriz que dibujó la locura y el deseo de una manera fiel aunque un tanto sobreactuada.
Hablamos de machismo cuando nos referimos a un marido que agrede física y psicológicamente a su mujer sin motivo ni razón aparente. Y en esta época, se acentúa un factor que ha dado lugar a largos debates a lo largo de la Historia. ¿La mujer debe perdonar una agresión si siente un profundo amor por ese hombre con el que comparte su vida? Se escuchan muchas cosas andando por la calle, leyendo o incluso viendo la televisión, mientras personas ya ancianas cuentan sus vivencias. Es lo que, a lo largo de toda la película se plantea con diversas situaciones entre los dos protagonistas. Aunque será la escena final la que ponga sobre la mesa la intención del autor de darle esa voz perdida a una mujer que sufre en silencio el golpeo de la "mano de hierro". Y si a ello le sumamos un factor clave, un niño, el debate comienza a tomar forma.
Técnicamente, Un Tranvía Llamado Deseo resulta una obra más que apetecible para aquel cinéfilo empedernido que quiera ver en estado puro a cuatro de los grandes nombres del cine clásico: Elia Kazan, Marlon Brando, Vivien Leigh y Karl Malden, premiado con otro Oscar como actor de reparto en su papel del confuso enamorado de Blanche DeVois, encarnada por la también oscarizada Leigh.
Si a ello le sumamos una banda sonora fantástica, la primera de la Historia compuesta en el género jazz, y dirigida por Alex North, la sugerencia se hace imperdible.
Desde aquí recomendamos un vistazo intensivo a una lección de cine magistral sobre temas tan controvertidos que hicieron que la censura actuase en más de una y de dos escenas de la película para no dañar la intachable moral de los años 50, en tan reciente comienzo.
Una obra legendaria e imperdible que absolutamente ningún amante del cine debe perderse. La locura de Blanche, las luchas internas de Stella, la mítica escena de Brando al pie de la escalera llamando a gritos a su amor y la batuta del mejor Elia Kazan son motivos más que suficientes para situarnos delante de una de las obras maestras del cine clásico.

1 comentario:

  1. De los clásicos que no están sobrevalorados, porque a veces siento que la nostalgia le da a las películas de la época de oro un brillo que en realidad no tienen (creo que se nota que acabo de ver Midnight in Paris). Pero esta peli no es una de esas.

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