Crítica Chico y Rita; Hermoso tributo animado a una época de Jazz

7/10
La osadía debería ser una característica consustancial al oficio de creador. Esa capacidad para transgredir, para hacer algo que nadie antes había hecho, para ofrecer al público obras arriesgadas e insólitas, es lo que le da sentido a esto que hemos convenido en denominar Arte. Sin la renovación permanente del tratamiento narrativo, los recursos técnicos o la recreación de los ambientes, el cine no dejaría de ser un deja vú continuo al que seguir sumando películas con más similitudes que diferencias. Fernando Trueba, uno de los realizadores más respetados del cine patrio, parece haberse negado a perpetuar la fórmula de viejas glorias (lo que sin duda, además de resultar más cómodo, hubiese repercutido en un mayor respaldo del público) y ha mostrado un inusitado interés por adherirse a esa corriente de recreación constante.
Con Chico y Rita se sumergue junto al diseñador Javier Mariscal y Tono Errando en ese extraño y hasta cierto punto incomprendido ámbito de animación para adultos para componer lo que supone toda una oda a un estilo musical tan apegado a una época como el Jazz. Para ello, teje una historia de amor que es en sí misma un tributo al romance entre Humphrey Bogart e Ingrid Bergman en la mítica Casablanca, aunque ambientada a medias en la trepidante y colorida Cuba pre-revolucionaria y en el Nueva York de las grandes leyendas del jazz. Chico y Rita son dos músicos que entrelazan sus caminos en su lucha por alcanzar el éxito, sin apenas percatarse de que éste se erige como algo secundario cuando falta el amor. Por ello, Trueba desarrolla la narración en dos tiempos que remarcan la nostalgia hacia el pasado y las oportunidades perdidas, al mismo tiempo que posibilita el tan ansiado reencuentro entre los amantes.
Lo cierto es que el poder sugestivo de la historia es de tal calado que el espectador pronto olvidará que se trata de un largometraje de animación. La calidad del dibujo de Mariscal y el potencial expresivo de sus personajes, cuyos movimientos son debidos a actores de la escuela de cine de San Antonio de Los Baños (Cuba), contribuyen a la fascinante recreación de un mundo lleno de color y agitación acompasado por los elegantes ritmos del jazz. De hecho, la música constituye el pilar principal de la trama a partir su omnipresencia y la abundancia de tributos a viejos maestros que parten desde los propios títulos de créditos, donde descubriremos a Bebo Valdés como responsable de la banda sonora de la película, en la que también destaca la participación de Estrella Morente.
La película ha supuesto todo un arriesgado ejercicio de creación colectiva en diferentes paises desarrollado a lo largo de cinco años y con una importante financiación, que ha sido recompensado por numerosos premios (incluido el Goya), el último de ellos el galardón de la Academía Europea. No obstante, parece que el público, en concreto el español, no está aún preparado para una técnica cinematográfica ligada tradicionalmente al público infantil pero que ofrece multitud de posibilidades narrativas y creativas. A este respecto, es especialmente ilustrativa la escena onírica de Chico y Rita en la que el primero se sumergue en un sueño en la mítica escena del piano de Casablanca; todo un portento de imaginación y belleza plástica que dota de mayor valor a una historia de amor clásica.
La valentía de este trío de creadores es digna de admirar y supone todo un soplo de aire fresco a la cinematografía nacional, que a pesar de la creencia popular, continúa innovando y concibiendo piezas tan interesantes como esta hermosa película musical. Sin duda, una de las sorpresas del año, realizada para ser gozada tanto por los ojos como por los oidos.

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