La Cosecha del Año: Lista inconclusa y abiertamente caprichosa de las mejores películas de 2013 según Jesús Benabat

Es inevitable. Cuando el año agoniza, el catálogo de listas y recopilaciones, a cual más extravagante, desborda la capacidad de cualquiera para procesar tanto dato, tanta recomendación, tantos indispensables. Pero en el fondo hay que reconocerlo: estamos enganchados a esa herramienta ordenadora del caos que clasifica en ránkings y puestos de honor aquello que, subjetivamente, consideramos lo más relevante de los últimos doce meses en el mundo del cine. Así pues, como cada año, me sumo a este arbitrario ritual retrospectivo y os dejo las películas que, dede el 1 de enero de 2013 y hasta hoy,  me han emocionado de alguna u otra forma. Todo ello partiendo de la premisa que mi vida consiste en algo más que el séptimo arte y tan sólo he visto una muestra representativa de la producción anual. Podrían ser otras, pero el azar y la voluntad han elegido las siguientes:


Amor

Aquí no hay dudas, es mi película del año (y de otros muchos). Haneke somete al espectador a una abrumadora experiencia cinematográfica que zarandea con vehemencia los principios básicos de nuestro pensamiento y la propia percepción de la existencia, arrojándonos a un territorio tan farragoso como el trance de descubrir la naturaleza finita del ser humano. Esto es un cine que, como diría Robertson Davies, arraiga en el hueso y aflora en la carne. Las interpretaciones de Trintrignant y Riva están fuera de todo análisis. Tanto, que aún las tengo grabadas en la memoria.


Django Desencadenado

Cuando un director de cine hace la película que realmente quiere hacer, el resto lo agradecemos. Y si además ese director cuenta con un destacado talento visual y un punto de locura, incluso se disfruta. Tarantino no es ningún intelectual llamado a sentar cátedra sobre el pasado menos lustroso de los Estados Unidos, pero su grotesca visión de la esclavitud funciona como panfleto populista de tintes justicieros, una revancha cinéfila sobre la historia que muchos han pretendido obviar durante décadas. Si bien los diálogos y la creación de atmósferas no alcanza el nivel de Malditos Bastardos (otra bofetada vengativa, esta vez contra el nazismo), personajes como los interpretados por Christoph Waltz, Leonardo DiCaprio o Samuel L.Jackson, bien valen un puesto en la lista de lo mejor de 2013.



Antes del Anochecer

El trío formado por Ricard Linklater, Julie Delpy y Ethan Hawke han logrado lo más difícil; nos han contado una historia de amor en tres actos sin caer en ninguno de los clichés habituales del cine en lo que a relaciones románticas se refiere. Desde la pasión juvenil de dos desco
nocidos varados en Viena, hasta el melancólico retrato de una pareja madura 18 años después. Todo respira autenticidad en una película de diálogos forjada en la compenetración de los actores, que se aman, discuten y ríen como si no existiese cámara de testigo. Más que ficción, esta trilogía es un manual sobre los efectos embriagadores del amor en el ser humano.


Mud

Hay algo en esta película que fascina de un modo natural, primitivo, sin alardes estéticos ni diálogos trascendentales. Puede que la clave esté en el retrato sin pretensiones que Jeff Nichols realiza sobre la pérdida de la inocencia de un chico que aún cree que el amor y la amistad se rigen por las leyes de la voluntad personal. Los ecos del universo literario de Mark Twain son evidentes, más aún en ese escenario de tonos ocres suspendido en el tiempo donde se desarrolla una trama de venganzas perpetuas y romances cegadores.



La gran familia española

No es su mejor película, pero Daniel Sánchez Arévalo tiene una habilidad especial para dejarnos con buen sabor de boca. Parte de culpa la tiene el ingenio mostrado para cerrar la historia en una catarsis emocional donde los ejes narrativos de una colección de entrañables personajes se alinean armónicamente en torno a un mensaje claro presentado a modo de enseñanza vital. Hace años que aseguré que Arévalo era unos de los directores españoles con más talento. No hace falta que me reafirme, es una realidad a la vista de todos.


Canibal

Al igual que una buena comida, existen películas que se degustan con sosiego, paladeando las texturas y matices, saboreando los diálogos y silencios. Todas las noches, el personaje al que da vida Antonio de la Torre en un ejercicio de contención interpretativa admirable, cena un filete de carne acompañado por una copa de vino, disfrutando el momento, sin estímulos que lo distraigan. Es su ritual diario. De vez en cuando, sale de caza para acumular provisiones. Incluso algunas veces se enamora de sus víctimas y los escrúpulos afloran, la humanidad despierta. Martín Cuenca muestra el proceso con inteligencia, paso a paso, diluido en la rutina. Una película excepcional en su sencillez, todo un festín cinematográfico.

Una cuestion de tiempo

Afrontar el reto de narrar una historia con viajes en el tiempo y salir indemne no es nada fácil. Pero si es Richard Curtis quien está detrás de las cámaras la cosa es más comprensible. Si hace unos años nos dio una lección maestra de cómo realizar una comedia coral navideña (Love Actually) donde todas las piezas encajan a la perfección, en esta ocasión nos regala una entrañable fábula sobre el amor y la familia con una emotiva moraleja final. Algunos dirán que es sensiblera, pero no les escuchen. Tan sólo disfruten de cine comercial bien hecho.



Gravity

Todo un ejercicio de estilo, y además en el espacio. Alfonso Cuarón logra dejarnos sin aliento con el periplo de una astronauta novata a la deriva en un silencioso océano cuajado de estrellas. No obstante, lejos de ser una plácida travesía, Sandra Bullock deberá hacer frente a tormentas de asteroides en bucle si quiere regresar a la Tierra, por muy bella que sea su estampa desde allá arriba. La factura técnica de la película impresiona, e incluso justifica pagar la entrada en 3D.



La Gran Belleza

Ver una película dos veces casi consecutivas es indicio de que hay algo más bajo la superficie formal de las frivolidades y fragilidades de Gep Gambardella. Concretamente ese vacío lacerante de un personaje engullido por la postmodernidad, por ese laissez faire moral que se revela cuando el final está cada vez más cerca, cuando la recreación en la nostalgia de recuerdos esquivos sustituye a la confianza en el futuro, cuando incluso la ciudad que amas se desvela como un escenario de cartón piedra, un cascarón vacío preñado de inconsciencia y veleidad. Junto a este sustrato existencialista, la interpretación de Servillo y el talento visual de Sorrentino hacen el resto.


The Act of Killing

El inventario de atrocidades de la historia de la humanidad, así como sus consecuentes representaciones, puede llegar a ser infinito, sin embargo, en pocas ocasiones ese horror ha sido relatado con tanto convencimiento por sus propios perpetradores. El realizador danés Joshua Oppenheimer mantiene firme la cámara ante algunos de los asesinos más renombrados del régimen indonesio mientras escenifican el modo en que ejecutaban a sus víctimas, como quien exhibe con orgullo los galones de toda una vida dedicada a su patria. Un viaje demoledor al esperpento de un país donde se sigue honrando a los verdugos de millares de personas masacradas con el sadismo propio que acompaña a  todo acto de matar. Anwar Congo es uno de los villanos más terroríficos de la historia del cine. Y es problema es que es real.

Las peliculas que pudieron haber estado

El buen cine de 2013 no se acaba aquí. Con un nivel más que aceptable, un puñado de películas de distintos géneros han destacado de forma notoria entre el resto de propuestas. Es el caso de Blue Jasmine, la película anual de un Woody Allen que parece recuperar cierta pericia tras su desastrosa incursión en Roma y que nos regala la soberbia interpretación de Cate Blanchett como una pija histérica venida a menos. En un registro totalmente antagónico, James Wan nos hizo pasar bastante miedo con Expediente Warren, la enésima película sobre casas encantadas y exhorcismos que consigue lo imposible, que nos siga interesando. Peter Jackson también mantiene el interés en la segunda entrega de la trilogía de El Hobbit con la aparición estelar de Smaug, sin embargo, se cae de la lista por el patinazo en ciertas subtramas y un gusto desmedido por las coreografías digitales. Mucho más terrenal era la historia de ese músico anónimo que resultó ser una estrella al otro lado del mundo sin que él mismo lo supiera; Searching for Sugar Man lo rescató para el resto de los mortales. Otra historia real es la narrada por el belga Joachim Lafosse en Perder la Razón, un sugestivo intento de dotar de humanidad y coherencia al más brutal de los crímenes. Y como este año ha sido el de las películas basadas en hechos reales, cabe hacer mención a 12 años de esclavitud, una película impecable sobre la demoledora historia de Solomon Northup que, contra todo pronóstico, no logró conmocionarme lo esperado quizás porque sobran latigazos y faltan sutilezas. Por el contrario, La Caza de Thomas Vinterberg sí que conseguía que el espectador empatizara con la persecución social de ese ciervo atónito travestido en Mads Mikkelsen, aunque sus pretensiones fueran mucho más humildes. Lincoln, de Steven Spielberg también nos relató con firmeza y academicismo uno de los momentos más trascendentes de la historia norteamericana, y además nos permitió disfrutar de una nueva transmutación del soberbio Daniel Day LewisPor último, la ganadora de la Palma de Oro en Cannes, La vida de Adele, una película hipnótica que se difumina en su segundo capítulo a pesar de la entrega absoluta de Adele Exarchopoulos, posiblemente, la mejor interpretación femenina del año. 

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