[Crítica] The Lunchbox

De pequeñas cosas nacen universos y fantasías de un valor inestimable. Es el caso de The Lunchbox y todo lo que sucede alrededor de dos vidas cruzadas por el azar o el destino, según se mire. Dos protagonistas que se conocen de la manera más equívoca posible y que dan lugar a una película de perfil gastronómico con una muy loable trama sobre el amor perdido y las ilusiones futuras.
The Lunchbox, originaria de la India y dirigida por el desconocidísimo Ritesh Batra, contrapone a un hombre y una mujer en situaciones de pérdida de su cónyuge. El uno, por causas de la vida; ella por la desidia y la dejadez de su esposo. Una fiambrera de seis pisos a rebosar de comida será la detonante de una nueva realidad para ambos, una posibilidad de huir de la realidad presente y encontrarse en un destino nuevo, alejados de todo lo que les causa dolor y desgana.
No se conocen de nada, prácticamente lo que se nos presenta es un amor a ciegas, de esos que de vez en cuando gusta ver en pantalla para sentir nuevas formas de mostrar el amor entre dos personas, la ilusión ante lo desconocido y la confianza que, poco a poco, se va liberando entre ambos. The Lunchbox hace que todo eso sea posible. Un drama romántico muy destacable con un comienzo degustable como los platos de los que se nos hace gala. Una conciencia en forma de voz en off que vive en el piso superior. Una película sin adornos ni florituras, con una narrativa convincente, concisa y contundente. Momentos de comicidad que implican la coherencia de un discurso de complicidad con el espectador y que simpatizan la historia de una forma casi perfecta.
Porque el amor no siempre sucede entre cuatro paredes, cara a cara, beso a beso. El amor existe en todos los lugares donde queramos que exista, incluso en esferas diferentes de la vida. The Lunchbox es recuperar la ilusión, es volver a vivir los momentos mágicos que proporciona el estar, o el creerse, enamorado de otra persona.

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