[Crítica] Los canallas

Claire Denis ejerce su derecho a utilizar los clásicos a la hora de dejarse influir. En esta ocasión, escoge a Akira Kurosawa y sus Los canallas duermen en paz para intentar trasladar a una muestra de cine negro actualizado lo que sucedía en aquella magnífica obra de un director irrepetible. Un suicidio es el punto de partida, el leit motiv de las dos películas pero Claire Denis se aparta de Kurosawa en el momento en que decide desmarcar la acción hacia un futuro narrativo que exporta la magna idea del cineasta japonés.
Chiara Mastroianni y Vincent Lindon son los protagonistas de una película, Los canallas, que explora de lleno las relaciones familiares, los lúgubres rincones de la perversión humana y el poder en la sombra. Claire Denis realiza un ejercicio noir muy alejado de lo que realmente se esperaría de este género pero con un cierto aire que la hace algo más que pasable. Somos testigos durante todo el metraje de unas elipsis, marca de la casa por cierto, que ocultan ciertos aspectos de la trama que aunque resultan primordiales para su total comprensión, no son más que una excusa para intentar adelantarse al presente en el que nos hallamos.
Cada secuencia que transcurre es víctima de una elipsis anterior. Sin embargo, no nos falta ningún dato a la hora de analizar qué es lo que sucede alrededor de las vidas de estos personajes. Marco Silvestri, el cual posee una vida soñada y que hace tiempo que apartó a su familia en un alarde de egoísmo personal volverá en cuanto su hermana y sobrina necesiten de su ayuda. Claire Denis no profundiza en demasía en el pasado de esta familia ni tampoco en el que une a un poderoso magnate con la que se presupone que es su amante, mujer, objeto o madre de su último hijo. En este punto, Denis nos hace juzgar la relación de conveniencia que se establecen entre Silvestri y Raphaelle, el uno para desenmascarar a quien cree el origen de todos los problemas y desaires de su familia, la otra en un intento de protección de sí misma y de su propia descendencia.
Sin embargo, y aunque queramos verle una sucesión de acontecimientos que nos hacen dudar de la corrección de lo que vemos, Los canallas es una obra que no termina de convencer. Posee escenas que destacan por encima del resto, sirva de ejemplo el prólogo, cuando una incesante lluvia precipita sobre los acordes de los británicos Thindersticks. Ni transmite pasión ni es despreciable. Simplemente es una película que ver, intentar disfrutar en la medida de sus posibilidades y olvidar pocas horas después.

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