Crítica El Rey de la Comedia; Aunque sólo sea un día...

7/10

En uno de los momentos álgidos de El Rey de la Comedia, Rupert Pupkin le espeta a un policía que lo conduce a un futuro incierto aunque merecido que él prefería ser rey por un día que bufón toda una vida. Una frase, sin duda, que resume a la perfección el núcleo de una cinta aparentemente intrascendente aunque poderosamente sugerente. Y es que son muchos los tópicos que aquí se plantean con mayor a mejor fortuna; la farsa bajo la que se aguardan populares estrellas sin vida propia, la persecución de un sueño a cualquier coste, la frivolidad de la opinión pública, la comedia como tabla de salvación de personas torturadas por la vida…

Scorsese, con la maestría que se le conoce, construye aquí una comedia agridulce, extraña, a ratos surrealista, una rara avis dentro de su filmografía y por ello de aún más valor. Y es que, dejando a un lado Jo, qué noche, Scorsese no se ha prodigado demasiado en el género humorístico y cuando lo ha hecho, como en los dos casos mencionados, lo ha hecho administrando a la trama una importante dosis de cinismo, de etiqueta negra.

En El Rey de la Comedia, la cámara se centra en un neurótico personaje obsesionado con tener su momento de gloria en el programa televisivo de Jerry Langford, el cómico estrella del momento. Para ello, el inefable Rupert Pupkin no ceja en su intento de convencer a su ídolo de su potencialidad como monologuista, a lo que este responde con la indiferencia característica de un hombre encumbrado por la masa. No obstante, si algo caracteriza a Pupkin es, sin duda, la perseverancia; así, acude cada día a las oficinas de Langford en busca de una audición siempre frustrada y donde, por el contrario, encuentra las negativas de sus ayudantes. Espoleado por su extraña compañera de fatigas, una desquiciada Sandra Bernhard, Pupkin decida plantearse medidas algo más drásticas que lo llevarán a enfrentarse con la justicia misma hasta finalmente alcanzar, paradójicamente, el sueño de su vida.

Probablemente, uno de los aspectos más importantes de la película sea la interpretación de Robert De Niro. Poco acostumbrado a roles cómicos (aunque en los últimos años los haya explotado en mayor medida con Los Padres de ella o Terapia Peligrosa), en El Rey de la Comedia triunfa con la creación de un personaje complejo, cómico aunque traumatizado, al que lo dota de verismo y cierta ternura. Para el recuerdo quedará siempre el monólogo final, donde provoca las risas de los televidentes con los trágicos acontecimientos que él mismo padeció en su infancia y adolescencia. Y es que fueron muchos los años los que ensayó ante el espejo sus gags, confeccionando sus propios escenarios, imaginando las situaciones en las que se vería una vez hubiese alcanzado la fama. El gran De Niro tiene su réplica en un contenido Jerry Lewis, algo extraño en su carrera, como el distante y malhumorado Jerry Langford.

Naturalmente, El Rey de la Comedia no es la mejor película de un genio como Scorsese, pues en ciertos momentos la película cae en el tedio, adolece de ritmo y el surrealismo alcanza cotas peligrosas, no obstante, supone una experiencia curiosa y divertida dentro de su filmografía además de una excelente oportunidad de disfrutar del talento infinito de De Niro.




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