5/10
Para todos aquellos que se hayan encontrado en librerías, hipermercados o en otras grandes superficies que desvergonzadamente venden libros al por mayor, con volúmenes de considerable tamaño y portadas llamativas en las que el título comience con un Perdona, vamos a realizar esta crítica con el mero objetivo de arrojar un poco de luz a este fenómeno editorial, italiano además (y es que no es demasiado común), que ahora deviene en película dirigida por el propio padre del éxito, Federico Moccia.
Para todos aquellos que se hayan encontrado en librerías, hipermercados o en otras grandes superficies que desvergonzadamente venden libros al por mayor, con volúmenes de considerable tamaño y portadas llamativas en las que el título comience con un Perdona, vamos a realizar esta crítica con el mero objetivo de arrojar un poco de luz a este fenómeno editorial, italiano además (y es que no es demasiado común), que ahora deviene en película dirigida por el propio padre del éxito, Federico Moccia.
Aquí, naturalmente, no vamos a abordar las claves de la obra literaria, que ya cuenta con varias secuelas y millones de ejemplares vendidos, sino de la forma estrictamente cinematográfica que adopta ahora el mundo rosa concebido por Moccia. Y es que es ya una costumbre que los best sellers de una temporada en concreto salten directamente a la pantalla sin demasiado periodo de reflexión; ahí están las dos entregas de Dan Brown con reparto de lujo y la dirección competente de Ron Howard, la trilogía nórdica de Millenium o la legión de adaptaciones de obras juveniles que nos llegan cada verano u otras fechas festivas (Harry Potter es sólo el cénit). La necesidad de estas adaptaciones, de modo obvio, no está relacionada con ningún tipo de motivo estético o artístico, el único objetivo es, irremisiblemente, el dinero seguro que aportan los cientos de miles de jóvenes seguidores, en mayor medida, de los libros. La inversión es, por tanto, un simple escollo fácilmente recuperable a corto plazo. En el caso del fenómeno Moccia la cuestión es aún más clara; no se requiere ni de efectos especiales, ni de mundos digitales paralelos ni de grandes caras conocidas; un negocio, pues, redondo.
Aún así debemos reconocer el riesgo que ha adoptado Moccia al ponerse detrás de las cámaras para llevar a la pantalla la historia que él mismo creó. Suponemos las reticencias obvias del escritor ante las ansias de dinero fácil de las gentes del cine italiano; una perla como esta que garantiza la exportación del producto más allá de las fronteras italianas no es algo demasiado común en una cinematografía exangüe a nivel internacional. Y, de hecho, Moccia no sale mal parado. Dirige con cierta agilidad y manifiesta locura mediterránea una bonita historia de amor que roza el infanticidio, con toques de humor y altas dosis de libertinaje; una suerte de oda a la adolescencia femenina. Entendemos, ahora, el éxito entre las jóvenes féminas de las novelas de Moccia. Y es que este ha confeccionado un almibarado relato de lo que toda adolescente sueña con poder realizar; seducir a un apuesto hombre maduro que camina hacia una cuarentena bien conservada y, además, darle lecciones de amor, hacerle replantearse su vida y caer, finalmente, a los pies de la supuesta madurez de las mujeres de 17 años. Quizás por ello, esta película no es especialmente recomendable a hombres con cierto amor propio.
Un amor propio que parece que no tiene el protagonista de la película, abandonado por una autocrática pija insoportable y ahora enamorado de una niña dominada por la locura de las hormonas; en fin, un pánfilo atractivo que ve cómo su vida es reconducida por la frescura de la joven Nicky.
Aunque la historia puede llegar a parecer en ciertos momentos rocambolesca, principalmente por la diferencia de edad, la película es narrada con rapidez, evidente superficialidad y diversión. Perdona si te llamo amor da lo que promete en su título, dosis ingentes de amor libre adolescente acompañado del característico humor alocado italiano. Una fórmula que, según auguro, será repetido en más ocasiones al hilo del resto de entregas del fenómeno editorial de Moccia.
Aún así debemos reconocer el riesgo que ha adoptado Moccia al ponerse detrás de las cámaras para llevar a la pantalla la historia que él mismo creó. Suponemos las reticencias obvias del escritor ante las ansias de dinero fácil de las gentes del cine italiano; una perla como esta que garantiza la exportación del producto más allá de las fronteras italianas no es algo demasiado común en una cinematografía exangüe a nivel internacional. Y, de hecho, Moccia no sale mal parado. Dirige con cierta agilidad y manifiesta locura mediterránea una bonita historia de amor que roza el infanticidio, con toques de humor y altas dosis de libertinaje; una suerte de oda a la adolescencia femenina. Entendemos, ahora, el éxito entre las jóvenes féminas de las novelas de Moccia. Y es que este ha confeccionado un almibarado relato de lo que toda adolescente sueña con poder realizar; seducir a un apuesto hombre maduro que camina hacia una cuarentena bien conservada y, además, darle lecciones de amor, hacerle replantearse su vida y caer, finalmente, a los pies de la supuesta madurez de las mujeres de 17 años. Quizás por ello, esta película no es especialmente recomendable a hombres con cierto amor propio.
Un amor propio que parece que no tiene el protagonista de la película, abandonado por una autocrática pija insoportable y ahora enamorado de una niña dominada por la locura de las hormonas; en fin, un pánfilo atractivo que ve cómo su vida es reconducida por la frescura de la joven Nicky.
Aunque la historia puede llegar a parecer en ciertos momentos rocambolesca, principalmente por la diferencia de edad, la película es narrada con rapidez, evidente superficialidad y diversión. Perdona si te llamo amor da lo que promete en su título, dosis ingentes de amor libre adolescente acompañado del característico humor alocado italiano. Una fórmula que, según auguro, será repetido en más ocasiones al hilo del resto de entregas del fenómeno editorial de Moccia.
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