Un refrito de algunas películas exitosas de los últimos diez años es lo que nos ofrece Ridley Scott en esta película, que aún no siendo del todo buena, resulta más apetecible de ver que todas las versiones que nos han mostrado acerca de las aventuras de Robin Hood. Si el personaje de la Disney se quedó en película para niños y poco más, donde nuestro aventurero era un zorro con traje verde, en 1976 se realizó la más notable adaptación del cuento del héroe de los bosques de Sherwood. Sean Connery se ponía en el papel de Robin mientras que su partenaire era una Audrey Hepburn en el ocaso de su carrera. Después, en los 90, el inestable Kevin Costner realizó una patochada de tamaño mayúsculo llamada Príncipe de los Ladrones y donde cada personaje era peor que el anterior. No hemos de olvidarnos a Errol Flynn y su Robin de los Bosques, que causó sensación entre el público femenino de la época.
Pero pasemos directamente a la cinta que nos ocupa. Y es que en cuanto entras en la sala no puedes evitar los comentarios que todo crítico y aficionado al cine ha lanzado a lo largo del período de promoción de la película refiriéndose a sus más que posibles similitudes con aquella gran película que dirigió Scott y otorgó a Russell Crowe su primer y único Oscar al mejor actor: Gladiator. Si bien director, actor, director de fotografía y montador son los mismos, la película guarda más semejanzas con Salvar al Soldado Ryan o 300 que con su predecesora. Si usted quiere ir a ver Robin Hood, tranquilo, no se encontrará la secuela de Gladiator. Se encontrará con una película de aventuras que se deja ver y cuyos 140 minutos no pesan excesivamente sobre el cansancio del espectador. Hay una decena de escenas que, inevitablemente, recuerdan al péplum de Maximo Décimo Meridio pero que saben adoptar una cierta independencia.
Con grandes escenas de acción y batallas al más puro estilo de Ridley Scott, Robin Hood se nos presenta como una historia interesante y para pasar una tarde de cine, aunque hay películas mejores. Es inevitable sentarse ante la última hora de la película y no acordarse de la caída de centenares de flechas en 300 y una de las secuencias de esta película o revivir el desembarco de Normandía en el siglo XII sin la mano maestra de Steven Spielberg. Aquí, Scott, construye unos barcos con un sistema de apertura más que parecido con las barcazas que desembarcaron en Francia en la Segunda Guerra Mundial. Las escenas aéreas y submarinas recuerdan a la cinta de Spielberg. También es inevitable no reírse ante los caretos de un forzado Russell Crowe, al que queda demostrado su pasión por salir en escenas a cámara lenta mientras profiere un sin igual grito de guerra.
Mientras Gladiator, película hermanada por los críticos con Robin Hood, nos dejó frases que quedan en la memoria histórica de todo aficionado al cine así como una portentosa interpretación de Russell Crowe y una banda sonora como pocas las ha habido y habrá en la Historia del Cine, aquí se nos transmite un mero entretenimiento al que no debemos de sacarle más vueltas exceptuando las idas de cabeza del director durante la última media hora. Si hablamos del apartado interpretativo, una correcta Cate Blanchett (actriz que ya ha hecho de todo y a la que auguramos una carrera más que respetable), un ciego Max Von Sydow (a punto de convertirse en el primer ciego asesino del s. XII) y los malos malísimos Mark Strong y Oscar Isaac convierten Robin Hood en una pasable e interesante así como olvidable película de aventuras.
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