Festival de Cine Africano de Tarifa; Una ventana a lo desconocido



Esta ha sido una semana grande para Tarifa. La localidad gaditana que mira a su vecino inconmensurable desde la atalaya de viento y agua en la que se enclava ha celebrado, en su séptima edición, un Festival tan interesante como necesario, una ineludible cita con el cine que viene del sur, alejado del glamour y las alfombras rojas que copan los grandes certámenes internacionales, sin complejos y con una clara vocación de divulgación. En total, 113 han sido las películas exhibidas, buena parte de ellas estrenos absolutos, repartidas en diferentes secciones a concurso; El sueño africano (largometrajes), Al otro lado del Estrecho (documentales) y África en corto (cortometrajes); y fuera de concurso, en la que se presta atención a diferentes facetas de la cinematografía africana.
Pero el Festival de Tarifa va mucho más allá de la mera exhibición de películas; se erige, más aún, como un foro abierto de industria que pretende fomentar la cooperación y producción conjunta de proyectos de uno y otro lado del estrecho, así como ejercer de enlace entre sendos públicos, paradójicamente tan alejados a pesar de la cercanía y los múltiples lazos que los unen. Y es que es ahí donde encuentra su razón de ser una iniciativa pionera como la de Cinenómada, puesta en funcionamiento por la asociación organizadora del Festival, Al-Tarab, que organiza ciclos y proyecciones por toda la península para promocionar el cine africano, subtitulando cientos de títulos al año y convirtiéndose en la filmoteca más extensa de la región.
En la presente edición, bajo la presidencia del jurado de la directora Inés Paris, la gran triunfadora en el apartado de ficción ha sido Teza, de la etíope Haile Gerima, que se ha hecho con el Griot de Viento (15000 euros), mientras que en la sección de documental Les larmes de l’emigration (Las lágrimas de la emigración) se ha alzado con el Griot de Ébano (10000 euros), donde el director senegalés Alassane Diago disecciona la tragedia que conlleva el fenómeno de las migraciones. Por otro lado, el Premio del Público ha sido compartido entre Atletu y Ehkiu Ya Shahrazade (Sherezade), ampliamente aplaudidas por un recinto abarrotado.
El FCAT crece con paso firme, consciente de su importancia en nuestro país. Mane Cisneros, directora del festival, ha sido la encargada de poner el broche final con unas palabras esperanzadoras y agradecidas. “Nos toca despedir, sí, pero no puede ser una despedida triste, sino un hasta la vista lleno de fe. Fe en que estas obras hayan sido capaces de saltar desde las pantallas hasta vuestros corazones. Buenas noches y gracias a todos”.
Desde aquí, esperamos sinceramente que esas historias no queden en un limbo incierto, lleno de incomprensión y obstaculizado por barreras comerciales. El cine a contracorriente y arriesgado merece, siempre, nuestra atención y más profunda admiración.

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