Crítica El Árbol de la Vida; En el Nombre de Malick


8,5/10

Estoy realmente impresionado ante lo que acabo de ver. No tengo palabras. No hay expresión posible que pueda definir lo visto. Algo menos de dos horas y media en los que se detalla la creación del Universo mezclado con retazos de la condición humana mientras observamos con detenimiento como se forma el cúmulo nebuloso donde vivimos mientras asistimos a la formación de una familia, el verdadero origen de nuestro comportamiento como personas. 
Terrence Malick ha tejido un poema en imágenes, dominando la cámara y utilizando como una extensión de su propio cuerpo. El Árbol de la Vida comienza con una cita del libro de Job que parece una pedida de explicaciones de Dios a Job, al paciente santo que soportó una incisiva prueba por parte de Satán con la autorización del Altísimo. Precisamente en el desarrollo de la trama observamos como la familia protagonista soporta ciertos avatares y sufrimientos que parecen ofrecidos a Dios y por hacer cumplir sus deseos.
A lo largo de la cinta, el director se plantea cuestiones vitales que han intentado definir nuestra existencia en el Universo frente a la heterogeneidad que puebla las infinitas medidas del patio de recreo en el que nos encontramos sumergidos. El Árbol de la Vida es precisamente eso. Intentar responder a unas cuestiones que no tienen respuesta, al igual que algunas secuencias de la película. El uso de la narrativa y las técnicas audiovisuales del que presume Malick es de un carácter envidiable. Pocas veces hemos visto algo semejante en la Historia del Cine y es ahí donde un director en sí misterioso, poco dado a las cámaras, como es Terrence, se ha lucido.
A través de unas imágenes incomparables, de una belleza extrema, el director nos va sumergiendo en la creación del mundo, en esos siete días que Dios se tomó para conectar cada uno de los elementos que servirían como “caldo primordial” al desarrollo de todas las especies vegetales y animales que pueblan la Tierra. Por si fuera poco, y al más puro estilo Carl Sagan, Malick nos ofrece unas espectaculares fotografías en movimiento del Universo, de las nebulosas, de los planetas, de las atmósferas externas. Meteoritos, cometas, asteroides, el Sol luchando contra sí mismo. El espectador tiene dos opciones. O liberar la mente y abstraerse ante la maravilla fílmica que Terrence Malick nos propone o directamente, y como ha hecho mucha gente, huir en desbandada a la primera película “terrenal” que haya en la siguiente sala. No estamos ante un documental de Discovery Channel, ni tan siquiera de La 2. Estamos ante una obra maestra de la poesía cinematográfica que ilustra con imágenes las creencias de millones de personas en la dualidad vida-muerte debida a Dios. Pero también demuestra el hecho demostrado por Darwin de que, en este planeta, sólo sobrevive el más fuerte. Prueba de ello son los minutos donde vemos a los dinosaurios pisando nuestro planeta, en una fecha que nos parece incomprensible. 
Aunque es evidente que El Árbol de la Vida bebe de 2001: Una Odisea del Espacio, se sigue prefiriendo la obra magna de Kubrick para entender mejor el origen del cúmulo espacial en el que nos movemos. Podemos decir que constituyen un binomio fílmico que se debería de vender junto a La Biblia y El Origen de las Especies. El prólogo de la película ilustra precisamente todo lo que hemos comentado escenificado con piezas musicales extraordinarias de grandes maestros como Bach, Mozart, Brahms, Berlioz y uno de los mejores compositores actuales, Alexandre Desplat. 
Las cuestiones que nos plantea son excesivamente intensas, sobre todo aquella por la cual debemos encontrar el verdadero significado de la vida poniéndonos, como a Job, ante la tesitura de actuar frente al nacimiento de un niño y ante el fallecimiento de un ser querido, sobre todo si pensamos que todavía no tenía edad para morir. 
El Árbol de la Vida es más que cine, es un manual de cine elaborado por un maestro que en cuarenta años ha realizado cinco películas, todas ellas con un gran reconocimiento. Malas Tierras, Días del Cielo, La Delgada Línea Roja y El Nuevo Mundo. Malick no pasará a la historia por diálogos pesados sino por utilizar la cámara y la narrativa de manera concisa, densa, donde sus tramas prevalezcan por encima de los tópicos de la duración establecida. 

2 comentarios:

  1. Malick siempre sorprende, ya sea para bien o para mal. En este caso, parece que ha sido para bien. Me alegra eso, porque siento que el film tambien me puede gustar. El cine es de sensaciones y si esas sensaciones son buenas, poco se puede decir entonces. Un saludo.

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  2. Inolvidable película!!! Esencial e imperfecta, como la vida misma....

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