Crítica Hunger; La moralidad del suicidio

9/10

Una de las obras más desgarradoras de nuestro tiempo. Así es como puedo calificar esta ópera prima de uno de los realizadores más prometedores que han surgido en muchos años en el panorama cinematográfico mundial. Hunger demuestra qué es saber hacer cine y contar una historia sin necesidad de caer en los reiterativos tópicos a los que ya estamos más que acostumbrados.
Es de justicia reconocer que poseo una especial debilidad por todo lo que tiene que ver con el conflicto que protagonizó durante décadas el IRA por la necesidad de crear un gobierno independiente para Irlanda fuera del control británico. Aquellas películas que tienen como trasfondo la encarnizada lucha de convicciones de ambos bandos, en ocasiones, han llegado a helarme las entrañas. 
Si bien uno de los referentes en este cine fue la mítica En El Nombre del Padre, hemos encontrado la horma de nuestro zapato al descubrir Hunger. En ella, y contada de una manera muy particular que analizaremos a continuación, no existen héroes, ni conflictos políticos manifiestos. No hay grandes actores interpretando a políticos ni hay bombas, explosiones ni violencia más allá de la que su director, Steve McQueen, consideró oportuna reflejar.
Bobby Sands fue un preso que murió de inanición en una huelga de hambre que él mismo inició en la prisión de Maze. Corre el año 1981 y, mientras Margaret Thatcher domina con brazo de hierro toda la Commonwealth, el IRA se ve reforzado tras el fallecimiento de uno de los mártires de la lucha armada contra el poderoso imperio británico. Hunger es un recordatorio, ya que no debemos considerarlo como biopic, a la figura de uno de los líderes del movimiento irlandés a través de los ojos de un director debutante y de la interpretación, soberbia y ejemplar, de uno de los actores más importantes del cine europeo actual, Michael Fassbender. 
Hunger contiene secuencias intensas, sobrecogedoras y muy duras. Estamos ante la fría realidad de una de las prisiones más temidas de la Irlanda de principios de los 80. Celdas donde los presos hacen su vida entre la más absoluta inmundicia y son tratados por los oficiales como animales. Violencia extrema en los pasillos de la prisión manifestando la brutalidad con la que eran y son tratados decenas de presos con decenas de convicciones políticas, sociales y culturales.
No hemos de caer en el tedio cuando contemplemos una secuencia de tres minutos de duración en la que vemos a un oficial limpiando de orines todo un pasillo donde, a cada lado, se encuentran las celdas de algunos de los presos más representativos de la lucha armada de finales de los 70 en Irlanda. Sin duda, son planos magistrales que muestran el profundo conocimiento del estilo cinematográfico de McQueen y, buena prueba de ello, es el impresionante plano general corto de 17 minutos de duración ininterrumpida en el que observamos una discusión sobre lo moral o inmoral que resulta el suicidio entre nuestro protagonista, dispuesto a comenzar una huelga de hambre implique lo que implique, y un sacerdote católico, a quien los fieles no le prestan excesivo caso en sus homilias. Esta escena, donde la cámara permanece inmóvil dándonos una sensación de teatralidad constante, sustituye la necesidad de un contexto previo al comenzar el metraje y aporta el conocimiento necesario al espectador para enfrentarse ante la realidad a la que se sometió Bobby Sands y las causas de porqué ha llegado a pensar de ese modo.
Hunger es una tragedia en tres actos, donde en el primero de ellos se muestra la violencia carcelaria más directa, áspera y brutal. En un segundo acto, se produce el plano de 17 minutos anteriormente mencionado que nos lleva directamente a las escenas más impactantes de la película. Un tercer acto en que Michael Fassbender se somete a un proceso de adelgazamiento ejemplar que ilustra, aunque no para estómagos sensibles y mentes cerradas, el doloroso proceso de la inanición. Un suicidio que convierte a Bobby Sands en un mártir de la causa irlandesa, aquella por la que el IRA asesinó durante décadas a miles de inocentes y que finalmente se resolvió con los Acuerdos de Viernes Santo firmados en 1998.
Hunger es todo lo que debería ser una película en nuestros días. Nadie ha reinventado el cine como lo ha hecho Steve McQueen. El uso de la tipología de planos, los silencios, la duración de las secuencias son algunos de los puntos fuertes de una cinta que perdurará en la retina del espectador durante mucho, mucho tiempo.

1 comentario:

  1. Con esta película Fassbender me ganó completamente, esa secuencia de 17 minutos es imposible de olvidar, es mágica, puro arte. Tengo muchas ganas de ver "Shame" porque sé que el tándem McQueen-Fassbender puede regalarnos algunas de las mejores películas europeas. Me ha encantado leer tu crítica y recordar lo grandiosa que era "Hunger", grandísimo trabajo Antonio.

    ¡Un abrazo!

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