Cine en la Otra Orilla; Voces Inocentes (México)


7/10
Siguiendo las pautas maniqueístas de la historia oficial, la Guerra Fría ha sido tradicionalmente abordada como un conflicto ideológico que enfrentó a las dos grandes potencias del mundo tras el final de la II Guerra Mundial, Estados Unidos y la Unión Soviética, en razón de la antagónica dicotomía  capitalismo-comunismo. Ambos sistemas político-económicos fueron banderas bajo las que se cobijaron distintas naciones que poca o ninguna relación guardaban con los nuevos gendarmes internacionales. Sin embargo, estos no dudaron en inmiscuirse activamente en la resolución de conflictos internos, desplazando las tensiones globales a escenarios apartados de las áreas de influencia. Es el caso de Corea, Vietnam, Afganistán o Israel, como las grandes manifestaciones de la contienda. Pero hubo muchas más, aunque silenciadas. Reagan las denominó "guerras de baja intensidad" y afloraron en zonas deprimidas de África y América Latina. La Guerra Civil que asoló El Salvador en la década de los 80 fue una de esas representaciones trágicas a escala reducida de la fingida contraposición de modelos; sin embargo, al contrario que en EEUU y la URSS, allí si murieron personas.
El director mexicano Luís Mandoki desciende al terreno de los barrizales suburbanos de la capital del pequeño país centroamericano, San Salvador, para mostrar el combate cuerpo a cuerpo, las violaciones sistemáticas de los derechos humanos, la orfandad abrumadora de cientos de niños obligados a crecer demasiado rápido. Voces inocentes es una película desgarrada y valiente que centra su mirada en esos niños, los daños colaterales de una operación estratégica según la terminología política al uso, y el complejo mundo en el que crecieron, atrapados entre dos fuegos. Por un lado, las Fuerzas Armadas Nacionales de El Salvador, el poder militar tiránico sostenido por la Administración Reagan (que proveyó abundante material militar e instrucción). Por otro, las Fuerzas Populares de Liberación Farabundo Martí (FPLFM), un conglomerado de fuerzas de izquierdas simpatizantes con la causa comunista y lideradas por jóvenes empecinados en acabar con la pobreza generalizada de su país y la corrupción de la clase dominante. En fin, doce años de conflicto con un saldo de 75000 muertos y otros miles de desaparecidos, muchos de ellos niños que fueron asesinados o vendidos al extranjero.
La película sigue los pasos de Chava, un niño de once años que saca coraje de su joven espíritu para proteger a su madre y sus hermanos tras la partida de su padre a México, quien nunca más volvería. Ellos viven en Cuscatancingo, un pequeño pueblo de la periferia de la capital tomado por la guerra como campo de batalla entre sendos frentes y donde, cada noche y tras el pertinente toque de queda, las balas de las ametralladores atruenan el oscuro cielo salvadoreño, cuando no agujerean las casas de chapa de sus habitantes. De día, Chava acude al colegio con la tranquilidad que le reporta no tener aún los doce años que el ejército nacional estima como edad idónea para iniciar el servicio militar, arrastrando a los niños desde sus clases e imponiéndoles el fusil como único acompañante. Ya se han llevado a muchos de sus amigos y el miedo al inexorable momento de su bautismo como adulto se vuelve cada vez más intenso. Sin embargo, Chava no renuncia a los sencillos placeres de niño, a jugar con sus compañeros y hermanos, a congraciarse con el cariño materno o incluso a encontrar el amor en una de las chicas de su clase.
Voces Inocentes te mantiene en vilo con el corazón palpitante, te hace identificarte con su protagonista, y vives con él cada giro del destino, cruel en la mayoría de las ocasiones. Mandoki abusa a ratos de cierto sentimentalismo (no olvidemos que el realizador mexicano ya jugó con el pasteleo en su etapa norteamericana con títulos como Cuando un hombre ama a una mujer o Mensaje en una botella), pero se le termina por perdonar en virtud de  la fuerza de su historia y la ternura que le insufla Carlos Padilla a su personaje. Se trata de una de esas películas que dejan poso, que a la mañana siguiente continúan instaladas en tu mente persiguiéndote con una turbadora imagen de la tragedia que narran. Y es que, sin duda alguna, aquí hablamos de una tragedia, la que vivieron miles de niños obligados a adoptar la violencia como modo de vida cuando aún no conocían lo que significaba la muerte, convertidos en máquinas de matar con un desdichado futuro por delante repleto de odio y culpa.
Más allá de su impacto dramático, Voces Inocentes es una interesante apuesta por recobrar un pasado cercano aunque olvidado por los intereses de los que escriben la historia. Mandoki sostiene el ritmo con habilidad, introduciendo elementos cómicos entre tanta violencia, y utilizando un estilo visual poderoso y efectista como un elemento más a la hora de vivir la experiencia que supone la película.
Cine comprometido para iniciar una sección en la que abordaremos la particular y rica oferta que nuestros vecinos de la otra orilla, de América Latina, nos proponen ante nuestra inusitada e injusta indiferencia.

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