Retrospectiva Woody Allen; Celebrity


7/10
Las películas de Woody Allen pueden llegar a ser de una falsa complaciencia muy peligrosa para el espectador incauto. Los personajes hablan y hablan con desenfreno, las situaciones rocambolescas parecen dibujar un escenario ameno y trivial, las consabidas neuras del director contagian de asombro a la historia soterrada. Pero no se dejen engañar, Allen no es un autor insustancial o superficial en ninguno de sus planteamientos cinematográficos, éste apunta al centro del dilema moral, asedia el imaginario social de lo ampliamente aceptado y rompe muchos de los tabúes de nuestra época mediante aparentes gags de bufón intelectual. Es necesario ver más allá de la rutina discursiva que impone en cada una de sus películas como su sello personal, ese aclamado "estilo Woody Allen", para desentrañar lo que, en muchas ocasiones, es una desgarrada crítica social o todo un ataque frontal contra una clase de personas.
Esta extraña, ambigua y a ratos aborrecible Celebrity es una de las apuestas más arriesgadas, malévolas e insidiosas de la carrera del genio neoyorkino. Sin embargo, se recubre convenientemente de una fina lámina de futilidad, banalidad contagiosa del entorno que pretende retratar con fingida distancia. Allen ni siquiera se atreve a aparecer ante la cámara, se cobija tras ella para filmar a su alter ego (Kenneth Branagh) en su trágico periplo por el mundo de la fama y el espectáculo con esa característica humildad falsa del aspirante a ser alguien. Le brinda las mieles del éxito inmediato para más tarde destrozarlo lentamente al tiempo que le muestra lo equivocado de su sueño de megalómano reprimido. Allen es implacable pero sutil al mismo tiempo. Probablemente ni sea perceptible para quien se deje seducir por la verborrea indolente que desarrolla a lo largo de menos de dos horas de metraje dividido en dos líneas argumentales bien distinguidas. Celebrity se revela al final como una feroz tragedia de un alma perdida en su propia ignorancia; golpeada por el destino y dejada a su suerte en una levedad insoportable.
Y es que Lee Simon (Branagh) decide que su vida, a los cuarenta años, no es lo suficientemente emocionante para la realización de sus sueños más íntimos. Es periodista en una revista de viaje, le da miedo volar y está casado con una mujer inteligente aunque algo apocada (Judy Davies). Un día cualquiera, decide romper con ella después de haberse acostado con su mejor amiga y otras tantas mujeres circunstanciales. Pero lo que desea por encima de todo es ser escritor, quizás de guiones cinematográficos.  Para ello se sumerje en el engalanado mundo del espectáculo, donde entra en relación con una abultada suma de variopintos personajes con evidentes signos de desequilibrio mental. Ahí se encuentra con una rutilante estrella de cine (Melanie Griffith) sin pudor alguno, con un violento y epicúreo ídolo de adolescentes (magnífico Leonardo DiCaprio haciendo de sí mismo), con una supermodelo polimórficamente perversa, es decir, que experimentaba orgasmos con la más leve caricia en cualquier parte de su perfecto cuerpo (interpretada por Charlize Theron), o con una aspirante a actriz  (Winona Ryder) de la que nuestro protagonista se queda prendado sin razón alguna, aunque ello supongo romper con su amante justo en el momento en el que camión de la mudanza de ésta descarga sus cosas para irse a vivir juntos.
Lee Simon es, por decirlo de alguna forma y venciendo sus cándidas buenas palabras de hombre comprensivo, un sinvergüenza egoísta, estúpido y vanidoso que no cesa de hacer daño a todo aquel que se interpone en su camino. Aunque no lo parezca. ¿Su precio? La soledad, el ostracismo intelectual y el éxito de su mujer, la otra historia. Efectivamente, su mujer (Judy Davies) queda destrozada cuando Simon la abandona, su vida parece condenada a la rutina y al tedio más absoluto. Sin embargo, en una sucesión de hechos azarosos y nunca perseguidos, Robin se enamora de un exitoso y entregado productor de televisión (Joe Mantegna) con el que se casa felizmente tras ver relanzada su carrera como presentadora de noticias, ahora devenida en triunfo mayúsculo.
Woody Allen parece advertirnos de la peligrosa práctica de perseguir a toda costa unos sueños artificiales y absurdos impuestos por la pompa y la envidia al tiempo que retrata con precisión la inconsciencia de un mundo de falsas apariencias y traumas enterrados bajo la alfombra. Por la película desfilan famosos tarados enfundados en trajes de Versace y Dior, perseguidos por legiones de fans que desean ser como ellos sin entender que estos únicamente están pidiendo ayuda (paradigmática ese plano final) para escapar de su pesadilla particular.
Celebrity te deja un poso de desasosiego palpable. Cierto que no es una obra maestra, que a ratos aburre, que puede resultar demasiado gris, pero no acepto que sea catalogada como una obra menor de Allen. Os reto a que la visioneis, dos, tres veces si hace falta, hasta que consigais sacarle el jugo que atesora, supongo que diferente para cada uno. Ánimo.

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