La comedia en televisión parece haber encontrado su particular fórmula del éxito, y esta sin duda, lleva aparejado el nombre anglosajón de sitcom. Concebida como una eficaz "escoba" de las audiencias en los preliminares del prime time, la sitcom o situation comedy (comedia de situación) es un formato televisivo de tiempo reducido, en torno a los 20 minutos de metraje, que desarrolla buena parte de su acción en tres o cuatro decorados con un número limitado de protagonistas, siempre inferior a la media docena. Esta evidente sencillez formal se erige como la aliada idónea para la sucesión de gags visuales y tramas que concluyen en el mismo episodio, suscitando una agradable sensación de ligereza y falta de pretensiones. Sin embargo, esto no asegura de ningún modo el éxito apabullante que han cosechado las sitcom. Más allá de sus características televisivas, la nueva comedia estadounidense es un hallazgo creativo en toda regla, una genialidad fruto de la inventiva de una incipiente clase de guionistas y creadores que han renovado las claves de un género agotado en sus patrones tradicionales.
De hecho, en la pantalla grande la comedia vive, a mi entender, un momento crítico por su falta de originalidad y la estupidez de sus planteamientos, a pesar de que muchos reivindiquen a Judd Apatow y su legión de seguidores como el futuro del género. Estrellas como Adam Sandler, Ben Stiller, Chris Rock o Martin Lawrence rozan ya el patetismo, desgastados por la su incesante y particular repetición de tics y cansina verborrea, mientras que nuevas figuras como el hierático y sensacional Steve Carell no pueden desembarazarse de sus emblemáticos roles en televisión, concretamente en The Office. La comedia estadounidense se ha vuelto blanda, cansina, falsamente transgresora y muy apegada al espectáculo con el objetivo de aglutinar al mayor número de públicos posibles. Únicamente casos aislados como el de Resacón en Las Vegas o 500 días juntos lograron subir algo el nivel, por lo general mediocre y cazurro.
Curiosamente, las apuestas cinematográficas dramáticas parecen seguir una dinámica similar a la de su reverso cómico; las grandes historias, los personajes complejos, los intérpretes reconocidos y, en definitiva, la originalidad se mudan a la pequeña pantalla, dando lugar a lo que se ha denominado "la edad dorada de la televisión". No es pues de extrañar que la entrega de los premios Emmys, la gala donde se premia a lo más granado de la temporada, comience a levantar más pasiones que unos Oscar depauperados y carentes de interés.
Y precisamente los Emmys de esta edición han confirmado el fenómeno del que aquí venimos dando buena cuenta, la preeminencia de las sitcom dentro de los apartados de comedia. Consesuado por todos ha sido el rotundo triunfo de la debutante Modern Familiy (que ha estrenado en España recientemente Neox), una serie fresca, divertida, ciertas dosis de irreverencia y con algunas características ideales de la sitcom; seis personajes principales, escasos lugares de grabación y duración en torno a los 20 minutos; que funciona bien por la extravagancia de sus personajes (merecido el premio de secundario para Eric Stonestreet, el homosexual regordete) y la hilaridad absurda de sus actos. Además, se ha impuesto a veteranas como Rockefeller Plaza y Curb your Enthusiasm-Larry David, ambas sitcom de reconocido prestigio y amplio recorrido, The Office, Glee o Jackie con la genial Edie Falco y también considerada sitcom.
Y la lista no acaba aquí, es más, podemos decir que empieza en este punto. Probablemente son las dos series televisivas más famosas de la actualidad; dedicadas especialmente para jóvenes, humor gamberro, evidentes dosis de freakismo, sitcom modélicas, y varias temporadas de éxitos acumuladas sin un ápice de decadencia. Se trata de The Big Bang Theory y Cómo conocí a vuestra madre. La primera, a la espera de su cuarta temporada, nos sitúa en la compleja atmósfera social de un apartamento compartido por dos nerds ("cerebritos") expertos en física cuántica pero absolutamente ignorantes de cómo vivir en el mundo real y sus retos, como, por ejemplo, ligar con chicas. Uno de sus protagonistas, Jim Parsons ha vencido esteaño a pesos pesados como Carell o Larry David en la categoría de Mejor Actor Principal de los Emmys, y sin duda, no es algo gratuito teniendo en cuenta la construcción de su personaje Sheldon, todo un marciano al que ni siquiera se puede contemplar sin evitar la carcajada.
Cómo conocí a vuestra madre es, por otro lado, una veterana (el 20 de Septiembre estrena su sexta y quizás última temporada) que ha basado su éxito en una original premisa mantenida milagrosamente durante años; uno de sus protagonistas, Ted Mosby, narra a sus hijos la historía que lo llevó hasta su madre aunque, evidentemente, se distraiga infinitamente por el camino con las divertidas experiencias que vivió con el resto de sus compañeros, entre ellos, el apoteósico Barney, en mi opinión uno de los grandes personajes televisivos de la historia (Neil Patrick Harris continúa pidiendo a gritos un premio por ello, pero todas sus nominaciones a los Emmys y Globos de Oro no terminan de fructificar). Esta sitcom es, sin duda, el paradigma de la genialidad de unos creadores que continuan, año tras año, ideando situaciones tan inverosímiles como rematadamente entretenidas; una viva recomendación que no podeis dejar de ver.
Naturalmente, la lista es muy larga y no tenemos espacio (aunque lo haremos más adelante) para referirnos a todas; Dos hombres y medio con Charlie Sheen, Las aventuras de Christine, United States of Tara (creada por Spielberg e interpretada por Toni Collete), Will y Grace, Me llamo Earl, Scrubs y un largo etcétera. Es realmente desolador que en nuestro país este formato haya brillado por su ausencia ante el voraz interés de los responsables televisivos, más pendientes en los ingresos publicitarios de series de más de una hora que ocupen todo el prime time, que de la propia calidad de las mismas. Así, sólo han sobresalido 7 Vidas, en un poco disimulado intento de imitar a la sitcom por excelencia, Friends, o la repetitiva y burda Escenas de matrimonio.
Las sitcom están de moda y con todo su derecho. Este humilde crítico aficionado al cine no puede más que disuadiros de ver una película cómica de dos horas y el típico y pasteloso final feliz, al tiempo que os anima a disfrutar de tres o cuatro capítulos de estas joyas de la televisión (todas ellas disponibles en la madre-Internet) si realmente quereis sentir cómo la originalidad y el buen rollo os desarma en forma de adicción. ¡Quién me iba a decir que algún día instaría a ver la televisión!
De hecho, en la pantalla grande la comedia vive, a mi entender, un momento crítico por su falta de originalidad y la estupidez de sus planteamientos, a pesar de que muchos reivindiquen a Judd Apatow y su legión de seguidores como el futuro del género. Estrellas como Adam Sandler, Ben Stiller, Chris Rock o Martin Lawrence rozan ya el patetismo, desgastados por la su incesante y particular repetición de tics y cansina verborrea, mientras que nuevas figuras como el hierático y sensacional Steve Carell no pueden desembarazarse de sus emblemáticos roles en televisión, concretamente en The Office. La comedia estadounidense se ha vuelto blanda, cansina, falsamente transgresora y muy apegada al espectáculo con el objetivo de aglutinar al mayor número de públicos posibles. Únicamente casos aislados como el de Resacón en Las Vegas o 500 días juntos lograron subir algo el nivel, por lo general mediocre y cazurro.
Curiosamente, las apuestas cinematográficas dramáticas parecen seguir una dinámica similar a la de su reverso cómico; las grandes historias, los personajes complejos, los intérpretes reconocidos y, en definitiva, la originalidad se mudan a la pequeña pantalla, dando lugar a lo que se ha denominado "la edad dorada de la televisión". No es pues de extrañar que la entrega de los premios Emmys, la gala donde se premia a lo más granado de la temporada, comience a levantar más pasiones que unos Oscar depauperados y carentes de interés.
Y precisamente los Emmys de esta edición han confirmado el fenómeno del que aquí venimos dando buena cuenta, la preeminencia de las sitcom dentro de los apartados de comedia. Consesuado por todos ha sido el rotundo triunfo de la debutante Modern Familiy (que ha estrenado en España recientemente Neox), una serie fresca, divertida, ciertas dosis de irreverencia y con algunas características ideales de la sitcom; seis personajes principales, escasos lugares de grabación y duración en torno a los 20 minutos; que funciona bien por la extravagancia de sus personajes (merecido el premio de secundario para Eric Stonestreet, el homosexual regordete) y la hilaridad absurda de sus actos. Además, se ha impuesto a veteranas como Rockefeller Plaza y Curb your Enthusiasm-Larry David, ambas sitcom de reconocido prestigio y amplio recorrido, The Office, Glee o Jackie con la genial Edie Falco y también considerada sitcom.
Y la lista no acaba aquí, es más, podemos decir que empieza en este punto. Probablemente son las dos series televisivas más famosas de la actualidad; dedicadas especialmente para jóvenes, humor gamberro, evidentes dosis de freakismo, sitcom modélicas, y varias temporadas de éxitos acumuladas sin un ápice de decadencia. Se trata de The Big Bang Theory y Cómo conocí a vuestra madre. La primera, a la espera de su cuarta temporada, nos sitúa en la compleja atmósfera social de un apartamento compartido por dos nerds ("cerebritos") expertos en física cuántica pero absolutamente ignorantes de cómo vivir en el mundo real y sus retos, como, por ejemplo, ligar con chicas. Uno de sus protagonistas, Jim Parsons ha vencido esteaño a pesos pesados como Carell o Larry David en la categoría de Mejor Actor Principal de los Emmys, y sin duda, no es algo gratuito teniendo en cuenta la construcción de su personaje Sheldon, todo un marciano al que ni siquiera se puede contemplar sin evitar la carcajada.
Cómo conocí a vuestra madre es, por otro lado, una veterana (el 20 de Septiembre estrena su sexta y quizás última temporada) que ha basado su éxito en una original premisa mantenida milagrosamente durante años; uno de sus protagonistas, Ted Mosby, narra a sus hijos la historía que lo llevó hasta su madre aunque, evidentemente, se distraiga infinitamente por el camino con las divertidas experiencias que vivió con el resto de sus compañeros, entre ellos, el apoteósico Barney, en mi opinión uno de los grandes personajes televisivos de la historia (Neil Patrick Harris continúa pidiendo a gritos un premio por ello, pero todas sus nominaciones a los Emmys y Globos de Oro no terminan de fructificar). Esta sitcom es, sin duda, el paradigma de la genialidad de unos creadores que continuan, año tras año, ideando situaciones tan inverosímiles como rematadamente entretenidas; una viva recomendación que no podeis dejar de ver.
Naturalmente, la lista es muy larga y no tenemos espacio (aunque lo haremos más adelante) para referirnos a todas; Dos hombres y medio con Charlie Sheen, Las aventuras de Christine, United States of Tara (creada por Spielberg e interpretada por Toni Collete), Will y Grace, Me llamo Earl, Scrubs y un largo etcétera. Es realmente desolador que en nuestro país este formato haya brillado por su ausencia ante el voraz interés de los responsables televisivos, más pendientes en los ingresos publicitarios de series de más de una hora que ocupen todo el prime time, que de la propia calidad de las mismas. Así, sólo han sobresalido 7 Vidas, en un poco disimulado intento de imitar a la sitcom por excelencia, Friends, o la repetitiva y burda Escenas de matrimonio.
Las sitcom están de moda y con todo su derecho. Este humilde crítico aficionado al cine no puede más que disuadiros de ver una película cómica de dos horas y el típico y pasteloso final feliz, al tiempo que os anima a disfrutar de tres o cuatro capítulos de estas joyas de la televisión (todas ellas disponibles en la madre-Internet) si realmente quereis sentir cómo la originalidad y el buen rollo os desarma en forma de adicción. ¡Quién me iba a decir que algún día instaría a ver la televisión!
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