Crítica Malditos Bastardos; O cómo patear los libros de Historia

8/10

Lo se. Llego tarde a esta cita con Tarantino pero hay que dar por finalizado este ciclo-retrospectiva dedicado al genial director de Knoxville (Tennessee) y creador de auténticas obras maestras como Reservoir Dogs, Pulp Fiction o Kill Bill.
A la espera de que estrene su segundo díptico dedicado a la Mamba Negra, he querido dar por finalizado (de momento) este homenaje particular a Tarantino con otra de sus obras magnas: Malditos Bastardos. Una película que yo, gran aficionado a la Historia, me tomé muy en serio cuando la vi y consideré un auténtico despropósito. Pero un segundo visionado más objetivo me abrió los ojos para darme cuenta que había visto una de las grandes películas de la pasada temporada.
Aquí, Tarantino coge un libro de Historia de la Alemania reciente, lo abre por la mitad y lo patea hasta la inconsciencia. Y le salió bien. Con un Brad Pitt inconmensurable y una caterba de secundarios (Eli Roth, Michael Fassbender, Diane Kruger, Daniel Bruhl o Gedeon Buckhart) de auténtico lujo, Tarantino coge la máquina de escribir y traza líneas y líneas de genialidad desbordante. Humor ácido, tragedia, drama y romance se combinan a la perfección en una película que no dejará indiferente a nadie.
Pero sin duda hay tres motivos por los que jamás olvidaré esta película. El primero de ellos se llama Hans Landa, Coronel de las SS interpretado de manera sublime por Christoph Waltz, flamante ganador del Oscar al mejor actor de reparto el pasado año. Waltz construye el segundo villano más malo malísimo de lo que llevamos de década. El primero fue el malogrado Heath Ledger y su Joker en El Caballero Oscuro y ahora hemos tenido ocasión de contemplar a un auténtico bastardo (por no decir algo más fuerte) en esta película que quedará en la retina de los espectadores. Waltz le da a su personaje un toque amargo, frío, dulce, cálido, todo aquello que nos dice que debemos desconfiar de él. Esperemos que la maldición del Oscar no caiga sobre él y nos siga deleitando con grandes personajes.
La segunda razón por la que jamás olvidaré esta cinta se llama Melanie Laurent, una bellísima actriz francesa que me cautivó desde el primer minuto que apareció en la pantalla. Su construcción del delicado personaje de "niña a la que matan a su familia durante una matanza y quiere vengarse del hombre que lo hizo" es simplemente genial. Es toda una femme-fatale que arrebata el alma a todo aquel que se ponga por delante.
Y la tercera y última razón es un cómputo de escenas que confieren a la película todo un aura de genialidad. Desde ese final épico en el teatro hasta la inolvidable escena de Brad Pitt chapurreando otros idiomas cual profesor de idiomas se tratase no tiene precio. Y todo ello ha salido de la pluma de un solo hombre: Quentin Tarantino.
8 nominaciones a los Oscar avalan a esta producción que yo les recomiendo que vean por lo menos dos veces. La primera para salir escandalizados y apagar la televisión. La segunda, para comprender que lo que han visto es, posiblemente, una de las obras maestras de los últimos años. Una cinta desenfadada, divertida y que para nada busca el respeto de todos los historiadores.
Porque para Tarantino, la guerra debía haber sido así. Llena de "malditos bastardos".

2 comentarios:

  1. Coincido plenamente contigo en los motivos para no olvidar la película.

    Saludos!!!!!!

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  2. Me alegra compartir motivos con alguien.
    Muchas gracias por tu comentario.

    Un saludo!

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