Partiendo del hecho de que, probablemente, The Good Heart sea la primera película islandesa que vemos en nuestras vidas (una cinematográfica prácticamente inédita en nuestro país, con honrosas excepciones como la reciente Reykjavik-Rotterdam), nuestro insaciable instinto de curiosidad cinéfila parece advertirnos de lo idóneo de nuestra elección pues, al fin y al cabo, se trata de descubrir nuevas propuestas, nuevos modos de ver el mundo y, por extensión, el cine.
The Good Heart es islandesa a pesar de que gran parte de sus elementos constituyentes parecen negar esta certeza; ambientada en Nueva York y rodada en inglés, la película está interpretada por una dupla actoral de la misma Gran Manzana, Paul Dano y Brian Cox. No obstante, y tal y como recalca su director, Dagur Kári, tanto la financiación como el equipo técnico son enteramente de Islandia. Kári, quien se ha hecho con un hueco en el panorama internacional gracias a películas como Noi el Albino o Black Horse y su concurrencia a festivales es ya redundante (no en vano la película que ahora llega a nuestra salas fue estrenada en la pasada edición del Festival de Gijón), se atreve por primera vez con el inglés (tras rodar en danés y francés en sus proyectos precedentes) por circunstancias fortuitas, según declara el mismo; “cuando empecé a escribir la película no tenía ideas preconcebidas de ningún tipo. Como me salieron personajes que vivían en Nueva York, acabé escribiendo la cinta en inglés, y por eso he echado mano finalmente de actores anglosajones”.
Actores que, por otro lado, cimientan su cinta gracias al prestigio acumulado de Cox y el talento emergente de Dano, ambos felizmente reunidos por segunda vez tras su trabajo en L.I.E (2001). En The Good Heart dan vida a una extraña pareja reunida a raíz del quinto ataque al corazón de uno y el intento de suicidio del otro en una habitación de hospital. Sus vidas, marcadas por la soledad y la automarginación que se inflingen, se unen cuando Jacques, el excitable y malhumorado tabernero, decide hacerse cargo de Lucas, un tímido y asustado joven que vive bajo unos cartones en la calle, con el objetivo de que éste le suceda en la regencia de su bar una vez haya muerto. Su amistad ira creciendo aun a pesar del duro carácter de Jacques y la bondad apenas disimulada que domina a Lucas.
La trama no constituye ninguna novedad pero aporta una conjunción melodramática finalmente no resuelta por la incapacidad de conectar con el espectador, a pesar de su magnetismo y profunda carga dramática. La deliberada decisión de Kári por no ofrecer conocimiento alguno acerca del pasado de sus protagonistas, o al menos el apunte de sus motivaciones interiores, desprovee al público de las herramientas necesarias para entender o congraciarse con los personajes, al mismo tiempo que se pierde en la lúgubre austeridad que rodea a la cinta.
Prácticamente, el único escenario al que asistimos es un bar al más puro estilo de Hooper, donde una serie de estrambóticos personajes conforman un clima opresivo y decadente aunque atractivo para el estudio sociológico por el que se podría haber decantado el director. Sin embargo, Kári opta por introducir un personaje femenino irracional, con escasa función dentro del devenir de la historia y desesperantemente interpretado por Isild Le Besco. Como aspecto positivo, destacan las interpretaciones de Brian Cox, desatando toda su ira y mordacidad contra todo aquel que se cruce por su camino, y Paul Dano, cuya mirada de perturbado y aire ausente (de los que ya dio muestras como adolescente silencioso en Pequeña Miss Sunshine y predicador obseso en Pozos de ambición) enlazan con el introspectivo personaje al que interpreta.
The Good Heart supone, por lo tanto, un interesante ejercicio de estilo contenido en la línea de directores norteamericanos indie como Todd Sollondz o Tom DiCillo, que narra una historia magnética de infinitas posibilidades cinematográficas que finalmente queda en un tedioso discurso acerca de la bondad intrínseca del ser humano, el destino y la soledad en una ciudad limitada, oscura y deprimente.
The Good Heart es islandesa a pesar de que gran parte de sus elementos constituyentes parecen negar esta certeza; ambientada en Nueva York y rodada en inglés, la película está interpretada por una dupla actoral de la misma Gran Manzana, Paul Dano y Brian Cox. No obstante, y tal y como recalca su director, Dagur Kári, tanto la financiación como el equipo técnico son enteramente de Islandia. Kári, quien se ha hecho con un hueco en el panorama internacional gracias a películas como Noi el Albino o Black Horse y su concurrencia a festivales es ya redundante (no en vano la película que ahora llega a nuestra salas fue estrenada en la pasada edición del Festival de Gijón), se atreve por primera vez con el inglés (tras rodar en danés y francés en sus proyectos precedentes) por circunstancias fortuitas, según declara el mismo; “cuando empecé a escribir la película no tenía ideas preconcebidas de ningún tipo. Como me salieron personajes que vivían en Nueva York, acabé escribiendo la cinta en inglés, y por eso he echado mano finalmente de actores anglosajones”.
Actores que, por otro lado, cimientan su cinta gracias al prestigio acumulado de Cox y el talento emergente de Dano, ambos felizmente reunidos por segunda vez tras su trabajo en L.I.E (2001). En The Good Heart dan vida a una extraña pareja reunida a raíz del quinto ataque al corazón de uno y el intento de suicidio del otro en una habitación de hospital. Sus vidas, marcadas por la soledad y la automarginación que se inflingen, se unen cuando Jacques, el excitable y malhumorado tabernero, decide hacerse cargo de Lucas, un tímido y asustado joven que vive bajo unos cartones en la calle, con el objetivo de que éste le suceda en la regencia de su bar una vez haya muerto. Su amistad ira creciendo aun a pesar del duro carácter de Jacques y la bondad apenas disimulada que domina a Lucas.
La trama no constituye ninguna novedad pero aporta una conjunción melodramática finalmente no resuelta por la incapacidad de conectar con el espectador, a pesar de su magnetismo y profunda carga dramática. La deliberada decisión de Kári por no ofrecer conocimiento alguno acerca del pasado de sus protagonistas, o al menos el apunte de sus motivaciones interiores, desprovee al público de las herramientas necesarias para entender o congraciarse con los personajes, al mismo tiempo que se pierde en la lúgubre austeridad que rodea a la cinta.
Prácticamente, el único escenario al que asistimos es un bar al más puro estilo de Hooper, donde una serie de estrambóticos personajes conforman un clima opresivo y decadente aunque atractivo para el estudio sociológico por el que se podría haber decantado el director. Sin embargo, Kári opta por introducir un personaje femenino irracional, con escasa función dentro del devenir de la historia y desesperantemente interpretado por Isild Le Besco. Como aspecto positivo, destacan las interpretaciones de Brian Cox, desatando toda su ira y mordacidad contra todo aquel que se cruce por su camino, y Paul Dano, cuya mirada de perturbado y aire ausente (de los que ya dio muestras como adolescente silencioso en Pequeña Miss Sunshine y predicador obseso en Pozos de ambición) enlazan con el introspectivo personaje al que interpreta.
The Good Heart supone, por lo tanto, un interesante ejercicio de estilo contenido en la línea de directores norteamericanos indie como Todd Sollondz o Tom DiCillo, que narra una historia magnética de infinitas posibilidades cinematográficas que finalmente queda en un tedioso discurso acerca de la bondad intrínseca del ser humano, el destino y la soledad en una ciudad limitada, oscura y deprimente.
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