Disfruté como un niño la primera vez que la vi una noche de sábado en Telemadrid en un espacio de cine que se llamaba Max Cine. Allí vi las grandes películas de mi infancia y entre ellas, estaba esta, una de las cintas que más me gustan y con la que más disfruto a pesar de haber entrado en la veintena y todavía tener Jumanji en cinta VHS.
Realizada por Joe Johnston (autor también de la tercera y más triste entrega de Jurassic Park) y con los fantásticos efectos especiales de Stephen Price, creador de parte de los efectos de la saga de Indiana Jones. Johnston, gran amigo de Spielberg, recibió la ayuda del Rey Midas y le transfirió a parte de su equipo técnico para que creara una de las películas infantiles más destacables de los años 90 sin ser de la factoría Disney. Con un presupuesto alto para la época, 65 millones de dólares, se costeó todo el despliegue de efectos especiales y a los actores que participaron. Por un lado, el protagonista Robin Williams, el cual hace gala de su tradicional forma de actuar haciéndonos reír cada vez que sale en pantalla ya sea vestido de pseudo Tarzán o ya enfundado en su traje de persona "normal". Después de Williams, la estupenda secundaria Bonnie Hunt y los niños David Alan Grier y la posterior estrella Kirsten Dunst.
Y es que no hay nada normal en esta película. Un misterioso tablero sirve para iniciar una trama entretenida en la que nuestros personajes se enfrentarán a una serie de casillas en las que cada una lleva consigo una consecuencia fatal para la persona que tiene el turno. Animales, estampidas y un cazador con muy malas pulgas se cruzan en el camino de nuestros personajes llevando al más absoluto caos la ciudad donde residen.
No voy a analizar la película porque tenga un significado concreto sino porque me sirvió para tardes y tardes de entretenimiento que nunca olvidaré. Espero que si algún día soy padre de familia, pueda disfrutar también de una película que como los críticos afirman es "para toda la familia". Una de esas cintas con las que uno se sienta en el sillón y no se levanta hasta no ver la solución a toda la cantidad de inconvenientes que se presentan tanto en la ciudad como en la mansión que compran.
Un guión base muy simple de Jonathan Hensleigh basado en una novela homónima de Chris Van Allsburg y una partitura de James Horner sirven como alicientes perfectos para visionar la película, una obra mediocre para la mayoría pero de especial recuerdo para el que escribe.
Jumanji tuvo una secuela con una temática parecida dirigida por Jon Favreau, Zathura, protagonizada por Kirsten Stewart y que no tuvo excesivo éxito.
Hay que rescatar Jumanji para disfrutar como se merece de una de las mejores películas de cualquier infancia, un entretenimiento para toda la familia y para todo aquel que aunque tenga 20, 30 o 40 años quiera no despegar su espalda del respaldo de su sillón.
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