Más allá del fascinante hallazgo visual que suponía este primer largometraje de animación de la historia, Toy Story 1 cosechó el privilegio de aunar de modo particularmente exitoso los aplausos de públicos antagónicos que incluían a adultos de diferentes sensibilidades y a los más pequeños de la casa. Su fórmula era sencilla aunque hasta ahora inédita en el labrado género infantil, que a partir de este momento y bajo el sello Pixar iba a verse desbordado por el entusiasmo de los no tan niños. No había más que conjugar en su justa medida acción, humor, aventura, ciertas dosis de nostalgia y un hondo mensaje moral ensalzador de valores como la amistad para componer un producto deliciosamente tierno, gozoso en todas sus vertientes y con aroma del mejor cine moderno que quedaba por llegar.
Y todo ello giraba en torno a una pareja aparentemente irreconciliable por sus orígenes opuestos; un guardián estelar con un sinfín de espectaculares accesorios sonoros y luminosos para combatir la amenaza galáctica representada por el malvado emperador Zurg, y un sherrif de trapo con cordel a la espalda mucho más analógico que su heróico compañero; componiendo ambos un claro símbolo de la inicialmente compleja simbiosis entre la apabullante tecnología postmoderna y el encanto desvaído del pasado, aquí ilustrado con dos juguetes de diferentes virtudes aunque con idéntica finalidad.Las complejas y tensas dinámicas establecidas entre ambos y relacionadas con un evidente sentimiento de amenaza (como con todo lo nuevo) desembocan de forma sutil y sin maniqueísmo en una relación de confianza labrada por la vivencia de trepidantes aventuras.
El resto era un maravilloso compendio de personajes secundarios con un carisma incontestable (ese Señor Patata malencarado y desconfiado) aglutinados en una trama de frenética acción con momentos de verdadera lucidez (cuando Buzz se percata de su verdadera naturaleza y acaba tomando té con una colección de grotescas muñecas, o esa persecucción a lomos del coche teledirigido más tarde cambiado por un cohete hasta aterrizar 'con estilo' en el coche de Andy). Una obra maestra que daba inicio a una saga y un género de infinita creatividad.
Toy Story 2 8/10El resto era un maravilloso compendio de personajes secundarios con un carisma incontestable (ese Señor Patata malencarado y desconfiado) aglutinados en una trama de frenética acción con momentos de verdadera lucidez (cuando Buzz se percata de su verdadera naturaleza y acaba tomando té con una colección de grotescas muñecas, o esa persecucción a lomos del coche teledirigido más tarde cambiado por un cohete hasta aterrizar 'con estilo' en el coche de Andy). Una obra maestra que daba inicio a una saga y un género de infinita creatividad.
Contradiciendo esa máxima repetida hasta la saciedad que reza que segundas partes nunca fueron buenas, gran parte del equipo técnico-artístico que ya concibió Toy Story se lanzaron a la ardua tarea de repetir éxito (fundamentalmente en el ámbito de la crítica pues el público acudiría en masa a las salas con la grata impresión aún de su predecesora) tan sólo cuatro años más tarde y con unos objetivos aún más ambiciosos. Los juguetes de Andy, felizmente instalados en su nuevo hogar, se enfrentaban a una compleja situación tras el rapto del sherrif Woody por parte de un coleccionista de piezas clásicas que pretendía venderlo a un museo japonés junto al resto de su equipo original, en el cual se incluían una entusiasta vaquera, un viejo patrón y el fiel caballo Perdigón. No obstante, Buzz y compañía no lo iban a permitir tan fácilmente y se adentrarían en una apasionante aventura que los llevó hasta unos grandes almacenes de juguetes donde hallarían nuevos aliados e incluso un despiadado enemigo galáctico.
El espíritu de esta segunda entrega era prácticamente idéntico al que dio vida a estos juguetes con corazón tan sólo unos años atrás, y ahí es donde radica su valor como continuación o extensión de una historia fascinante, más allá de dinámicas mercantilistas donde la única razón de su existencia hubiese sido la perpetuación momentánea de unos pingües beneficios. Aquí John Lasseter cuidó con tesón a su criatura y la dotó de mayor profundidad en el retrato de sus personajes y el desarrollo de una trama más ambiciosa que no eludía un vasto repertorio de escenarios exteriores donde colocar, como en una particular odisea, a sus entrañables juguetes antes de regresar al hogar. Y es que más allá de eventuales villanos de plástico, el verdadero antagonista de esta película era, desde una óptica tan demoledora como irónica, esa perversión adulta que dota a objetos tan fútiles y a la vez maravillosos como los juguetes de una naturaleza cuasi mitológica que los aleja de su verdadero fin; piezas irremplazables de la imaginación desbordante de un niño.
Toy Story 3 9'5/10
Podemos tan sólo imaginar las inconclusas y desquiciantes reescrituras y divagaciones en torno al guión de este esperado cierre de trilogía a tenor de la perfección emocional y cinematográfica de la obra final. Y es que la brillantez pasmosa de la que hace gala esta tercera entrega de Toy Story sólo puede ser fruto de una concienzuda confección desarrollada a lo largo de once años, asentada en la mente de sus creadores y aflorando en ese preciso instante para el deleite de medio mundo. Todo aquí huele a clásico, a buen cine, a una creatividad sin límites, a una ingeniosa e implacable maquinaria de suscitar emociones tan hondas como las relacionadas con nuestra infancia.
Andy ha crecido, la Universidad le espera, y sus juguetes permanecen inquietos en el oscuro baúl al que la incipiente madurez de 'su niño' les ha relegado de modo irrevocable. Un aciago destino que muta súbitamente cuando un cúmulo de equívocos lleva a la pintoresca troupe hasta la idílica guardería de Sunnyside, un paraiso para juguetes regentado por un gran oso rosa que huele a fresas y sus amables esbirros (entre ellos un seductor y descacharrante Ken). Sin embargo, las apariencias iniciales dan paso rápidamente a la verdadera realidad del lugar y, tras una sesión acelerada de tortura a cargo niños pequeños descontrolados, nuestros amigos descubren que se encuentran encerrados en una cárcel de la que deberán escapar para salvaguardar su propia integridad física, aunque sea al más puro estilo "la gran evasión".La crítica completa aquí.
Un puro goce para los sentidos a partir de una trama de acción sostenida, humor inteligente, sutil ironía, intriga electrizante y mucha, mucha ternura. Como paradigma de ello, un final memorable devenido en lección magistral de cine con mayúsculas, emotivo hasta la conmoción, prodigioso en la administración de los tiempos, delicado e ingenioso en el hábil y desgarrado desenlace. Tan sólo una mirada y un 'adiós chicos' basta para despedirse con toda la hondura emocional posible de una parte de sí mismo. Andy se hace mayor, pero la vida de los juguetes continúa. 'Hasta siempre, compañero' acierta a pronunciar levemente Woody, pues el recuerdo permanecerá vivo hasta el fin. El dolor por la pérdida y el cariño por lo vivido se llevan mejor en el silencio. A nosotros únicamente nos queda decir 'gracias y hasta pronto'.
Es un gustazo ver películas como Toy Story 3 por todo, por guión, por emociones, por saber tocar muchos géneros de cine y no equivocarse en ninguno, por todo, y todo desde la sensibilidad que debería haber cuando se hace una peli de animación que se supone que va dirigida (aunque a los mayores también nos encanten) a un público infantil. Muy buen blog, Jesús. Te sigo.
ResponderEliminarBuena revisión. Esta es una de las mejores trilogías en la historia del cine, películas inteligentes, calidas y divertidas.
ResponderEliminarSaludos!!