Crítica El Séptimo Día; La crueldad de los rencores y la vida rural

9/10

Desde la primera vez que vi esta cinta Carlos Saura comencé a fijarme especialmente en la forma de narrar de uno de nuestros directores más ilustres, respetados y mayor capacidad para reflejar cada una de las épocas por las que ha pasado España. Desde que su primera magna obra, La Caza, cautivara a medio mundo por reflejar las actitudes de tres hombres en un bosque que fue escenario de una batalla de la Guerra Civil. Pasando por genialidades como Ana y los Lobos o El Jardín de las Delicias, los años 90 trajeron las que, para este humilde escritor, son dos de sus mejores obras: Ay Carmela y El Séptimo Día.
En esta última retrata de una manera magistral, aunque con la libertad que le otorga una historia basada en hechos reales, la trágica matanza que sucedió en la pedanía extremeña de Puerto Hurraco, el atardecer del 26 de agosto de 1990. Los hermanos Izquierdo asesinaron a 9 personas inocentes e hirieron a otras 12 en su intento de vengar la muerte de su madre, quemada viva años antes víctima de rencores entre su familia y los Cabanillas.
La historia es complicada pero se resume en lo siguiente. Ángela Izquierdo se enamoró de Amadeo Cabanillas. Éste, cansado, la repudió dejando a Ángela con el ajuar de boda preparado. Jerónimo, hermano de Ángela, asesinó a Amadeo a sangre fría en venganza por el daño que le había hecho a su hermana. Sin embargo, años después, se dice que Antonio Cabanillas, doliente por su hermano asesinado, quemó el granero de los Izquierdo con la madre dentro, lo que provocó la ira de la familia Izquierdo, que volvieron a Puerto Hurraco sedientos de venganza.
Carlos Saura cambia los nombres de las familias e introduce historias de relleno, como la del joven que se enamora de una de las hijas de Antonio Cabanillas o la de las aventuras sentimentales de la esposa del dueño de un bar de la localidad. Pero el eje de la historia crece y se va hundiendo en la mente del espectador a medida que avanza la película. Las portentosas interpretaciones del gran Juan Diego y de Victoria Abril dotan a la película de una sensación de angustia y continuo suspense a pesar de conocer el desenlace de la historia a priori.
Una cinta en la que Saura teje la vida rural de una forma exquisita. Yo, que tengo familia en una localidad a escasos kilómetros de la comarca de La Serena, conozco de primera mano la vida del campo que se retrata en la cinta. Carreteras solitarias dominadas por las señalizaciones y donde pasa un coche a cada cuarto de hora. Pueblos donde las señoras mayores "toman el fresco" mientras hacen punto y comentan entre ellas las últimas noticias de la gente de su alrededor. Entre punto y punto, tienen tiempo para protestar enérgicamente contra los niñatos que hacen ruido con sus motos. Los hombres llegan del campo, un lugar donde ganarse la vida y todo transcurre entre cerdos, gallinas y lo necesario para subsistir en una vida que ellos consideran como suya y de la cual, algunos, jamás se desprenderían por ir a la capital.
Pero lo que trata de reflejar la película, más allá de estar basada en la tragedia de Puerto Hurraco, son los rencores típicos de una sociedad limitada a unos escasos kilómetros cuadrados. Donde todo el mundo sabe de todo el mundo. Obra, vida y milagros de todas y cada una de las personas del pueblo. Donde si alguien no saluda por la calle es sinónimo de comienzo de enemistad. Hay familias con ansias de libertad, que quieren huir de un encierro, en ocasiones, provocado por los propios vecinos del pueblo. Ansias de ir a Madrid, a Sevilla, a Barcelona, a lugares donde nadie conoce a nadie y donde se puede hacer una vida más relajada y despreocupada, en la que tu mano derecha no sepa lo que ha hecho tu mano izquierda.
Un buen guión de Ray Loriga permite a los actores lucirse. Juan Diego está pletórico. Victoria Abril, genial. Por no hablar de las tres niñas, una de ellas Yohana Cobo, a la que veremos como "chica Almodóvar" en Volver, junto a Penélope Cruz. José García, Carlos Hipólito, Eulalia Ramón o Elia Galera acompañan al elenco protagonista en una película en la que todavía se siguen poniendo los pelos de punta al llegar a la escena final, el desenlace, donde los hermanos Izquierdo desatan toda su ira contra los inocentes vecinos de Puerto Hurraco.
Suaves movimientos de cámara, una fotografía excepcional de François Lartigue que permite al espectador contemplar los bellos paisajes del campo extremeño así como la fantástica banda sonora de mi idolatrado Roque Baños, que con una guitarra y un piano teje una de las partituras más bellas que mis oídos han escuchado en los últimos años del cine español, amén de la partitura final en la que asistimos a la tragedia al son de una guitarra y un tambor.
Acérquese a una de las obras cinematográficas más interesantes de la última década del cine español. Reviva uno de los acontecimientos más trágicos de la historia reciente de nuestro país y disfrute de grandes interpretaciones que sirven a una fantástica película de uno de los creadores cinematográficos más importantes de España: Carlos Saura.
Para terminar, me gustaría rescatar la frase con la que terminé de ser cautivado por esta película. De una forma poética, uniéndolo al arraigo religioso, Saura definió la tragedia de Puerto Hurraco de la siguiente manera:

"Dios creó el mundo en seis días y al séptimo descansó. Por eso las cosas más terribles suceden en domingo, cuando Dios está descansando."

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