Crítica Entre nosotros; una pareja perdida en la incomprensión

4/10


Auspiciada por el Gran Premio del Jurado del pasado Festival de Berlín, Entre nosotros es un complejo drama de emociones sentimentales entabladas entre una pareja ambigua, idílica en su fachada de cotidianeidad aunque conflictiva en la profundidad de la relación amorosa, profundamente disfuncional e incluso dañina para el desarrollo emocional de ambos. La película disecciona ese mundo extraño de sentimientos encontrados, traiciones veladas y promesas incumplidas con cierto pulso dramático, atmósfera algo asfixiante y dominio de los tiempos, aunque adolece de una necesaria conexión con el espectador a causa de lo irritable que pueden llegar a ser los protagonistas.

Toda la trama se desarrolla en los paisajes idílicos de Cerdeña, donde Chris y Gitti pasan el verano en la casa de la madre del primero. Azuzados por la libertad inspirada por el entorno y la consecuente complicidad íntima que surge entre ambos, los juegos, rituales y promesas de amor se suceden a veces de forma insistente, encadenados por el mundo interior que difícilmente puede llegar a ser entendido por el espectador. De hecho, la primera media hora de película puede llegar a ser especialmente tediosa e invitar irremisiblemente a abandonar la proyección.

Sin embargo, el cinéfilo debe resistir y bucear en las intenciones de la directora alemana Maren Ade. Tras el prólogo aparentemente distendido y feliz que protagonizan la pareja, el encuentro con un antiguo amigo de Chris y su sumisa mujer introducen una variable que cambia radicalmente las dinámicas internas de la relación. El amigo, un soberbio arquitecto seguro de sí mismo, desvela las inseguridades que dominan a Chris y el carácter claramente influenciable del que hace gala cuando se encuentra a su lado. Gitti, por otro lado, es una mujer especial, excéntrica, pasional y autosuficiente, pero el amor desmedido que siente por Chris la sitúa en una dicotomía de difícil solución; reafirmarse como mujer enemiga de las relaciones convencionales que parece representar sus nuevos amigos, o someterse al carácter taciturno y acomplejado de Chris, tendente a la autodestrucción de todo lo que le rodea.

La complejidad evidente de la cinta no es la principal razón de su fracaso. La temática es atractiva, y nadie mejor que los europeos para analizar la conflictividad de las relaciones amorosas y la supuesta felicidad que las embarga en la rutina, sin embargo su desarrollo no encuentra el tono adecuado, distrae con las situaciones absurdas que propician sus personajes, artífices últimos del distanciamiento con el espectador, que presencia una historia que nunca llega a entender. Hasta el final pretendidamente abierto por el que apuesta Maren Ade; insustancial, ridículo e irritante por su supuesta poesía.

No es de extrañar que esta película recibiera un premio de importancia en Berlín, vista la actual tendencia a la introspección de este tipo de festivales, que parecen favorecer a propuestas cada vez más extrañas, difíciles de ver y vacías en su pretensión de ser complejas. Entre nosotros es, pues, un prescindible retrato de una pareja disfuncional, atractivo en su planteamiento pero frustrante en su desarrollo, únicamente salpicado por momentos de cierta brillantez y buen hacer de su directora, de la cual esperamos mucho más de lo que ha dado aquí.


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