Desembarazada de las ataduras de lo políticamente correcto que las cadenas norteamericanas públicas infringen sobre sus productos de ficción, la serie de
En su primera temporada hemos presenciado lecciones aceleradas de cómo practicarse a sí mismo una prepuciotomía, asistimos a una eutanasia asistida, al enamoramiento fulgurante de una lesbiana y una transexual, a una operación apresurada y ciertamente sádica de botox, a tríos adolescentes y fiestas de swingers de clase alta, extorsiones mafiosas con asesinados de por medios, hámsters precipitados al desagüe, infidelidades varias y embarazos frustrados, o no, y si no que se lo digan al orgulloso padre de un bebé negro inesperado en un apoteósico final de temporada.
Sin embargo, y a pesar de los escabrosos episodios mencionados anteriormente, no podemos caer en el error de reducir esta serie de más que digna existencia a una sucesión de momentos curiosos y hasta cierto punto bizarros. El creador de Nip/Tuck, Ryan Murphy, (responsable asimismo de Glee y de la nueva película de Julia Roberts y Javier Bardem, Come, reza, ama) ha catalogado la serie como una historia de amor entre dos hombres heterosexuales. Y lo cierto es que, si se ahonda en las complejas relaciones establecidas entre los doctores Sean McNamara (Dylan Walsh) y Christian Troy (Julian McMahon) más allá de lo meramente morboso, podemos percibir el enorme respeto entablado entre ellos, así como la envidia y la inseguridad que los domina cuando la vida del otro se interpone en sus propias consciencias, en sus propias percepciones de una existencia vacía y falsa. Como falsa es la identidad misógina y gamberra de Troy, o el matrimonio sobre el que se sustenta McNamara, asediado por las dudas y el trío amoroso establecido entre su mujer, Julia (Joely Richardson), y los dos doctores y amigos.
La acción se desarrolla encabalgando las consultas de la clínica y las aventuras dramático-eróticas de los protagonistas, no sin renunciar al desarrollo de tramas paralelas que complementan al eje central y algo fragmentado sobre el que gira la serie. Como aglutinante; el humor negro, la sátira, el erotismo y el cinismo. en un mundo, el de la cirugía estética, plagado de mentiras, dobles raseros y una falta preocupante de moral Los episodios se suceden livianos, a veces trágicos, engarzados por una cierta sensación de surrealismo sutil que embarga al espectador en una suerte de ensoñación catódica. Por su libertad sin concesiones y por su carácter transgresor, Nip/Tuck se erige como una alternativa necesaria dentro del panorama televisivo norteamericano, reconocida por público y crítica. No en vano, en una sorprendente edición de los Globos de Oro de 2005, la serie se hizo con el premio a
Desde El cine que vivimos peligrosamente no perderemos la vista las andanzas de McNamara y Troy y continuaremos reseñando las siguientes temporadas en los próximos meses. Ya saben, háganse la pregunta, “¿qué es lo que no le gusta de su cuerpo?”
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