Las 20 mejores escenas de la historia del cine, según Jesús Benabat (II Parte)

El Apartamento (1960). Con esos dos actores inolvidables que emanaban talento por cada uno de sus gestos en pantalla, Jack Lemmon y Shirley McLaine, la siempre genial dirección del maestro Billy Wilder, y la historia sencilla, romántica, elevadora del espíritu hasta el mismo cielo de la perfección escrita por el propio Wilder junto a I.A.L. Diamond; son ingredientes más que suficientes para componer una historia redonda, de esas a las que el paso del tiempo no daña su esencia, su capacidad de atracción, su tierna comicidad y su romanticismo descubierto en un final antológico. Ese en el que un champagne descorchado siembra el terror en la dama arrepentida que regresa a los brazos del improbable y entregado amante, éste abre la puerta, y los sentimientos se desbordan como el vino espumoso, las palabras de amor se derraman, las promesas brotan como burbujas surgidas al calor de la pasión escondida durante noches de incertidumbre. Pero quizás este no sea el momento, todo a su tiempo; ahora, juguemos a las cartas… Pulse aquí.




Up (2009). Muy ciegos deben estar aquellos que no reconozcan que esta película de animación, aparentemente dirigida a los más pequeños de la casa, encierra una de las escenas más hermosas, poéticas, dramáticas, románticas y profundamente cinematográficas de la historia. Ese pequeño relato mudo, crónica de una vida dedicada al amor, que condensa con pasmosa perfección el hiriente paso del tiempo y sus inexorables consecuencias en la blanda materia humana, ha sido la mejor muestra de creatividad y literaria belleza de los últimos años en un panorama cinematográfico caracterizado por la repetición de clichés manidos hasta la extenuación. Imposible no sentirse conmocionado ante esa mirada vencida, desesperanzada, del viejo señor Frederiksen ante la muerte de su mujer, el amor de su vida. Sólo queda la ilusión de seguir viviendo. Veálo aquí



Annie Hall (1977). Seleccionar una escena de una sola película de Woody Allen me parece una tarea ingente, además de desconsiderada hacia el autor neoyorquino. Por ello, invito a todos ustedes a revisar la obra de Allen como si de un mapa de excentricidades, frases ingeniosas, situaciones inverosímiles y diálogos profundamente filosóficos se tratara. Aquí elijo Annie Hall como muestrario paradigmático de ello; en esta película que protagoniza junto a Diane Keaton se reúnen buena parte de los mejores gags del cineasta, mezclado todo ello con un tierno romanticismo marca de la casa al servicio de una historia modelada con ingenio e inteligencia. El comienzo, con Allen hablando a cámara y su hilaridad brotando en cada frase, supone un innovador recurso cinematográfico para la época, desenfadado, divertido e impactante. Tras ello, esa infancia narrada en clave autobiográfica, además de desternillante, encierra buena parte de la filosofía y neuras de las que continuará hablando en el resto de sus películas el genio norteamericano. Pulse aquí




Náufrago (2000)
La revisión humanista de Robinson Crusoe que realizó Robert Zemeckis para el lucimiento de Tom Hanks en su rol omnipresente nos brindó algunas imágenes memorables sustentadas por el buen hacer del actor. A nadie se le puede olvidar esa desgarrada separación de su gran amigo Wilson en su particular odisea marítima, o la conexión que entabla el personaje con sus más lejanos antepasados al descubrir las bondades del fuego. Esta es, sin duda alguna, la más impactante, divertida y evocadora de la película; Tom Hanks danzando alrededor de la hoguera que él mismo ha creado, cantando viejas canciones y profiriendo palabras incomprensibles, sintiendo, en fin, la magia de la naturaleza en su propia piel de naufrago. Véalo aquí





Gran Torino (2008). Nadie ha sabido sacarle tanto jugo a una simple historia como Eastwood. Probablemente sea su narración pausada y enternecedora que gira en torno a una cascarrabias retirado y viudo que asiste expectante a la degradación de su barrio, las claves del éxito apabullante de su penúltima película, fórmula que ya ha repetido en multitud de ocasiones con idéntico resultado. Eastwood sencillamente enamora con esta historia de amistad entre Kowalski y el joven vecino acosado por bandas callejeras, una relación que crece paso a paso venciendo prejuicios y reticencias iniciales, hasta acabar en un final apoteósico, único y necesario. El tipo duro con buen corazón creado por Eastwood en

los años 70 cierra aquí el ciclo, se despide a lo grande, como los héroes silenciosos, con las botas puestas y la conciencia tranquila. Gran Torino significa el final de Harry, un final inolvidable. Pulse aquí




El hombre tranquilo (1952). John Ford es un maestro de las emociones, la ternura y el humor plácido que tan bien le sienta a esta melancólica historia ambientada en los parajes irlandeses. John Wayne da vida a un boxeador retirado que acude a su Irlanda natal para olvidar y donde encuentra a una alegre muchacha que deberá conquistar venciendo costumbres locales y las reticencias evidentes de su nueva familia. Por elegir una, aquí os ofrecemos la escena en la que Maureen O’Hara recibe la ansiada dote de manos de su hermano, algo borracho como era su costumbre. La contenida felicidad de la joven campesina aflora en unas imágenes de incuestionable belleza y ternura que encumbran a uno de los mayores realizadores de la historia. Pulse aquí




El Show de Truman (1998). El morbo devenido por la invasión de la intimidad del otro siempre ha existido como un valor inherente a la sociedad. Sin embargo, las posibilidades que se abren ante el desarrollo tecnológico de los nuevos soportes mediáticos como la televisión, son mucho mayores que las del descansillo de la escalera. Peter Weir reflexiona aquí sobre el asunto, magnificándolo hasta el punto de “criar” a una persona al calor de la mentira y la interpretación para la consecución de cifras astronómicas de audiencias televisivas.

Las consecuencias desencadenadas por la curiosidad de Jim Carrey darán al traste con las expectativas de ese “Gran Hermano” que interpreta Ed Harris, y nos ofrecerán una de las escenas más impactantes que puedo recordar, cuando tras una tormenta ficticia, el velero de Carrey choca con una pared con papel pintado de cielo. La conversación que tras ello mantiene con su Dios es impagable. Disfrútela aquí




Tiempos Modernos (1936). Nadie como Chaplin para retratar con humor los cambios radicales que inciden sobre los modos organizacionales de la sociedad a raíz de las nuevas prácticas industriales. Ríos de tinta han corrido tratando la alienación sufrida por los trabajadores a causa del fordismo, sin embargo, la plasmación de ello nos remite directamente a la primera parte de la película inmortal de ese loco bajito. En ella asistimos a una descacharrante parodia en la que el personaje debe repetir hasta la extenuación movimientos mecánicos siguiendo la lógica de la cadena de producción de las nuevas industrias donde el hombre se asemeja en mayor medida a una máquina. Esto es patrimonio cinematográfico para el conocimiento de toda una época.Pulse aquí



Forrest Gump (1994) Probablemente sea una de las

mejores películas de los últimos veinte años. Y no precisamente por un uso desacerbado de la estética o la focalización metafísica de su planteamiento. Zemeckis se compromete únicamente a contar una historia inolvidable, con pasajes de enorme belleza, que gira en torno a un personaje de un carisma incuestionable interpretado por Tom Hanks en el mejor papel de su carrera. Es una película-río en la que se suceden escenas que calan hondo por la ternura y la sensibilidad inteligente con la que son engarzadas. Cualquiera de ellas se merece un lugar en la historia, pero este crítico no puede resistirse a la acción heroica de Gump en Vietnam, salvando a varios de sus compañeros antes de encontrar a Bubba, su inseparable amigo. Ni siquiera los “mordiscos” de la guerra pueden detener a la clarividente inocencia de un héroe improbable. Véalo aquí.




Gangs of New York (2002). La magna obra que ha construido Martin Scorsese a lo largo de más de tres décadas no podía pasar desapercibida en este peculiar muestrario de escenas inolvidables. Bien podría aparecer aquí De Niro con sus múltiples caras en una trilogía sensacional conformada de Taxi Driver, El cabo del Miedo y Casino, o el apabullante valor simbólico de esa lacerante Ultima tentación de Cristo o incluso el surrealista humor de El rey de la comedia. Sin embargo, en una ardua exigencia de selección, me decanto aquí por una película algo más actual, ambiciosa en su planteamiento, amanerada en su puesta de en escena, inmortal en todas los sentidos. Especialmente en lo que incumbe a ese duelo interpretativo entre un monstruo de la escena como es Daniel Day Lewis y un actor en franco despegue gracias en buena parte al propio Scorsese, Leonardo DiCaprio. La mayor prueba de ello es la conversación que mantienen en la penumbra; el “carnicero” con una bandera de Estados Unidos sobre las rodillas, el joven Amsterdam aún en la cama. Se habla de patriotismo, de venganza, del poder, de las masas, de la política y sus mecanismos de represión, pero ante todo, es una muestra portentosa de cómo crear una atmósfera cerrada que conecta íntimamente con el espectador, perforando el cerebro, instalándose en la memoria. Cine puro al servio de actores de otro nivel. Pulse aquí.

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