Dulce Cine de Juventud; Willow, la fantástica épica de un mundo entre el Bien y el Mal

7/10


Es curioso hacer notar el culto irredento al que ven sometidas buena parte de las películas de aventuras de los años 80 y primeros 90. No importa demasiado si fueron un éxito rotundo en su fecha de estreno o si cuentan, al menos, con un plantel actoral de excepción que las mantenga indemnes al paso del tiempo. El género de entretenimiento para toda la familia, del que hemos venido dando cuenta en nuestra sección “Dulce Cine de Juventud” y que cosechó su más amplia difusión en el periodo de tiempo antes mencionado, posee unas características comunes que confieren a este cine una marca identitaria ampliamente reconocible; un gusto evidente por la fantasía, grandes dosis de épica y acción frenética acompañada de humor y romanticismo complaciente.

Willow es, sin duda alguna, un ejemplo paradigmático de todo ello. Concebida por la mente soñadora de George Lucas, quien forjó esta historia de gente pequeña ante la imposibilidad de hacerse con los derechos de autor de la novela de J.R.R Tolkien, El Hobbit (la maldición en torno a esta parece subsistir en la actualidad tras el abandono de Guillermo del Toro de la producción), con la que mantiene claras referencias y similitudes, la película contó con un aliado idóneo en el entusiasta director Ron Howard (se había dado a conocer hacía unos años con 1,2,3…Splash), quien aportó ritmo a la película y cierta ternura (cursilería podrían decir algunos) en los recesos bucólicos que afloraban entre batallas y persecuciones de alto voltaje.

La historia es concebida como un viaje hacia a lo desconocido que emprende el joven Willow tras hallar a una bebé daykini (como las personas pequeñas llamaban a los hombres de alta estatura) en el curso del río que pasa por su tranquila población, la cual resulta ser la protagonista de una profecía que amenaza acabar con el poder tiránico de la malvada reina Bavmorda. Para alcanzar su objetivo, Willow contará con la inestimable compañía de un grotesco grupo compuesto por el soldado desterrado y pendenciero McMartigan, dos seres diminutos de los bosques y una hechicera encerrada en el cuerpo de un cuervo que muta redundantemente ante los intentos frustrados del joven aprendiz de hechicero.

Bajo la simplicidad de su premisa, Willow se erige como una cinta épica de corte clásico que, no obstante, innovaba en el terreno de los efectos especiales con novedosas técnicas para la época (no en vano cosechó una nominación al Oscar por esta categoría), aunque actualmente la podemos encontrar risibles por su artesana producción. Es el caso del monstruo de dos cabezas que atemorizaba a todo un ejército enemigo en la ciudad abandonada de Tir Asleen con las llamaradas que expulsaba por la boca, así como las transformaciones de la hechicera Raziel a través de la técnica de morphing.

Sin embargo, Willow es mucho más que una cinta de efectos especiales más o menos conseguidos y batallas a espada de corte medieval. La película de Howard bucea en los mitos y la magia soterrada de nuestra cultura para conformar una épica sana, apacible y simpática apta para todos los públicos, muy alejada del tan en boga gusto por la sangre y la violencia desmedida de la actualidad, que gira en torno del anti-héroe McMartigan, un irónico y valiente soldado caído en desgracia interpretado por un Val Kilmer en plena forma (venía de darse a conocer en Top Gum) y al intrépido mediano al que da vida Warwick Davis (en los últimos años parecido en la saga de Harry Potter como el profesor Flitwick).

Para este humilde crítico, por encima de todo, Willow es una historia para soñar con un mundo de fantasía en el que el valor y la honradez son los poderes primigenios para triunfar sobre el mal y sus efectos perversos. Poco importa la simplicidad de sus preceptos o el inexcusable maniqueísmo de su desarrollo; esto es cine para disfrutar, para iniciarse en el deleite de la épica, para sentir cómo la acción fluye ante nuestros ojos ávidos de aventuras imposibles y mundos paralelos; cine, al fin y al cabo. Willow pertenece ya a ese mundo inmortal de películas inolvidables que sembraron mi infancia y adolescencia de fantasía desmedida; las nuevas generaciones llegan y la necesidad de que estas recuperen este cine se me antoja imperiosa; la imaginación está en juego.


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